Desde siempre África fue un mundo inalcanzable, desconocido y misterioso. Sus tribus, a veces peligrosos, a veces demasiado amigables, sus tradiciones, rituales y su cultura, incomprendida por nuestra mentalidad avanzada tan hundida en el mundo del capitalismo, son un mundo opuesto a lo que vivimos hoy en día. Y sus tradiciones, costumbres, modos de vivir y ganas de sobrevivir a veces van muy en contra de la sociedad actual. O van muy en contra o, en ocasiones, van un paso atrás no, diez pasos, como mínimo.
Más de 72 millones de niños africanos son secuestrados y esclavizados. Los niños suelen ser enviados a zonas rurales y a zonas urbanas. Si van al campo, recogerán caña de azúcar, cacao y café. En la ciudad todo es más impredecible: irán por los mercados, serán vendedores ambulantes; con ellos no hay piedad: los castigan, los acosan, los maltratan y los violan a menudo. Los progenitores de los niños los ceden por 30 euros a familiares o amigos, con la promesa de que remitirán el dinero de sus primeros empleos, algo que no suele darse casi nunca.
Y así es la vida: mientras nosotros lloramos por que nos dejan los novios y porque no podemos permitirnos un iphone de última generación (estoy exagerando, obviamente), en otra parte del mundo no tan lejana los niños se venden por 30 dólares, porque sus padres no tienen dinero para comer.Toda esta situación es retratada por Ana Palacios, una fotógrafa extraordinaria que viaja por varios países africanos, colaborando y conviviendo con varios ONG´s. Con humildad y paciencia la fotógrafa asturiana retrata los temas sociales realmente conmovedores de la población africana, ya sea la situación de los niños que vuelven de la esclavitud e intentan adaptarse a la nueva normalidad, ya sean los niños albinos que por el hecho de ser diferentes tienen que huir de sus orígenes a los centros de acogida, etc. Y así es como lo cuenta Ana Palacios en su exposición: “Los niños eslavos. La puerta de atrás”, es una muestra perfecta del drama del tráfico de los menores en África. En concreto, el trabajo lo ha llevado a cabo en Togo, Benín y Gabón, donde trabajan tres ONG e instituciones españolas que están realizando esta labor en sus centros de acogida de esta región.
“¿Qué sucede después de que un niño haya escapado de la esclavitud? ¿Cómo se reconstruye una infancia rota? ¿Hay salida?” Estas son las preguntas que trata de responder la fotógrafa en la exposición. El problema de ser vendido se afronta desde una perspectiva distinta, la de los que consiguen encontrar la “puerta de atrás” y se enfrentan a la dura tarea de tratar de recuperar su infancia interrumpida.
Las imágenes cuentan como los niños vuelven a sus casas tras días, meses, años de esclavitud, cómo las ONG´s apoyan a los niños, como tratan sus traumas y como reeducan a las familias, para que no vuelvan a cambiar a sus hijos por dinero.El padre del pequeño Grenat sella el acuerdo con la ONG
Con viveza y ligereza, Ana Palacios, sin embargo, no enfoca la atención en los que le han sucedido a estos niños, sino lo que les espera por delante: un futuro. Un futuro feliz, lleno de emociones, expectativas, y mucha alegría. Las imágenes están llenas de colores y emoción y en ningún momento dan a entender que el futuro de estos niños está arruinado.