El C3A Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, dependiente del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, presenta la exposición, “Fui piedra y perdí mi centro” en la que participan los artistas Andrés García Vidal, Christian Lagata, Julia Martos y Violeta Mayoral con el comisariado de Joaquín Jesús Sánchez. La muestra que se inaugura el 19 de julio estará abierta al público hasta el 23 de octubre.
Esta exposición muestra los resultados del VI Programa de investigación y producción del C3A. Desde su creación, y con vocación de convertirse en el centro de referencia en este ámbito dentro de Andalucía, la producción es uno de sus ejes fundamentales de actuación.
El título, “Fui piedra y perdí mi centro”, está tomado de una soleá de la Serneta, una insigne cantaora jerezana de principios del siglo XX. Continúa diciendo "y me arrojaron al mar. A fuerza de mucho tiempo, mi centro vine a encontrar". Esta letra se refiere a la antigua tradición de desechar las piedras de molino inservibles en canales de agua, para que se desintegrasen mediante la erosión de la corriente.
Los distintos proyectos que se han desarrollado en esta residencia comparten una preocupación por cómo la identidad (la infancia, la genealogía familiar, el imaginario vernáculo) negocia con lo genérico y lo universal. Esto se manifiesta en el despliegue discursivo de las obras, pero también en la elección de los materiales empleados.
En palabras del comisario, Joaquín Jesús Sánchez, “esta exposición integra cuatro proyectos: una investigación de Andrés García Vidal en torno a la memoria sonora ligada a las estructuras hidráulicas del pasado andalusí; la propuesta de desplazamientos, atajos, frutos y deseos de Violeta Mayoral; la extraña domesticidad que Christian Lagata ha compuesto con rocas de sal, plantas secas, la luz solar y mobiliario doméstico, y la búsqueda del paisaje incierto de Julia Martos, donde se evidencia la fragilidad del recuerdo y la creatividad de la memoria”.
Los programas de investigación y producción
Durante la estancia en el C3A los artistas tienen a su disposición el uso de las herramientas digitales y analógicas de los estudios. Este proyecto curatorial ha contado desde 2019 con la participación de seis comisarios de Andalucía que han proporcionado visiones diversas y perspectivas complementarias, y la inclusión de 34 artistas y colectivos, hasta el momento.
El proyecto no solamente persigue apoyar a los creadores, sino también reforzar las voces curatoriales emergentes y consolidadas. Este programa se ha sumado a los otros proyectos de producción que viene desarrollando el C3A desde 2017. La creación de redes que van más allá del territorio andaluz, la multidisplinariedad y el desarrollo curatorial son algunos de los ejes de trabajo de estos programas, complementarios a los programas públicos y expositivos. En total, y sumando todos los programas de producción que se han lanzado desde 2017, más de 80 artistas y comisarios ha podido realizar investigación y producción en nuestras instalaciones.
Artistas participantes y obras en exposición
Andrés García Vidal (Sevilla, 1991) trabaja como artista en torno a los estudios sonoros y la cultura oral/aural. Explora formas de intrusión y afecto en contextos específicos, a través de la noción de ruido, improvisación y procesos participativos. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla (2014) y Máster en Bellas Artes y Diseño en el Sandberg Instituut en Ámsterdam (2018). Vive y trabaja en Países Bajos y Andalucía.
En esta exposición presenta la instalación sonora “Túnel de estrellas” (2022) realizada en colaboración con la Plataforma MAL y Jose Iglesias Gª-Arenal.
La existencia de arroyos, acuíferos y manantiales –y su canalización y aprovechamiento mediante aljibes, pozos o acequias– ha determinado la existencia de núcleos urbanos desde la antigüedad. Así, rastreándolos, se puede conocer una parte de la historia material y espiritual de las distintas comunidades que vivieron en torno a ellos. En muchas culturas, el agua se ha empleado como elemento ritual y sagrado. Tras la conquista de los territorios andalusíes por parte de las tropas cristianas, muchos musulmanes fueron obligados a bautizarse para poder seguir viviendo en aquellas tierras. Cumplido este requisito, corrían a unos emplazamientos llamados “desbautizaderos” donde se lavaban del sacramento que acaban de recibir. En la pervivencia de estas estructuras hidráulicas (algunas funcionales, otras en desuso por la sequía) puede rastrearse un pasado doloroso, cuyo relato (tanto fidedigno como adulterado) llega hasta nuestros días.
Tomando el agua como un elemento simbólico, esta obra de Andrés García Vidal recorre algunos cauces de agua de la sierra de Hornachos (Badajoz) y propone un ejercicio de escucha de la memoria oral y sonora que sobrevive en el lugar.
Christian Lagata (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1986), es un artista visual que vive y trabaja en Madrid. Su práctica se basa en una forma escultórica de entender y construir instalaciones con una estética industrial y urbana, donde los materiales juegan un papel protagonista, logrando situar a los espectadores en esas ruinas que también forman parte de las ciudades.
Para esta muestra ha producido la instalación “Sol de fuego” (2022) realizada con rocas de sal, latón, lino, cardos secos, fotografías y mobiliario recuperado.
Las rocas de sal son un material singular. Se emplean habitualmente como alimento para el ganado, que las lame, puliendo sus aristas hasta dejarlas romas. En esta obra, Christian Lagata investiga las posibilidades plásticas de este mineral, que es a la vez común y extraño. Combinadas con sillas, cortinas de lino, ornamentos de latón y enseres domésticos, la instalación esboza una suerte de pequeño paisaje andaluz, donde lo doméstico se entrecruza con cardos y bártulos, que parecieran haberse refugiado del calor abrasador y del rigor de la luz. A las connotaciones simbólicas de la sal se le superponen las groseras dimensiones de estas rocas que, aunque engalanadas y reconstituidas como amuletos, abalorios o pequeños fetiches, parecen pesadas y trabajosas. Escenifican así la penosa faena de llevar las raíces a cuestas.
Julia Martos (Córdoba, 1989) es artista visual y programadora. Actualmente vive y trabaja entre Bilbao y Córdoba. Desde que obtuvo su primer máster en Producción Artística (2013), ha estado investigando la política del archivo y su exhibición, tanto dentro del cubo blanco como en la caja negra. Finaliza su formación en Programación y Comisariado de Cine en la Birkbeck University de Londres en 2021. Su tesis final, “The Hand Behind: a contemporary awakening of women from the Spanish family archive”, es una muestra de su interés por el trazado de una contra-historia feminista a través de prácticas apropiacionistas fílmicas.
Su videoinstalación “Si un árbol se cae” (2022) parte de un un pequeño paisaje sobre una tablilla que el abuelo de la artista pintó (entre otras muchas cosas): unas peñas descarnadas con una casa a los pies. ¿Existirá ese lugar realmente? Y, de existir, ¿Dónde estará? La pieza narra la búsqueda de ese paisaje incierto y rastrea los pasos de un antepasado desconocido a través de los relatos y miradas ajenas. Con este pretexto, avanza entre testimonios rotundos y dubitativos, equivocados o acertados que se internan en la serranía boscosa, donde la dureza de los riscos y la indiferencia de los animales contrastan con la debilidad de la memoria y la grandilocuencia del arte.
Violeta Mayoral (Almería, 1988) es artista residente en Barcelona. Su práctica aborda diferentes lenguajes y medios, desde lo visual hasta lo sonoro y la acompañan preguntas que se interesan por la condición semiótica de la experiencia. Utiliza el acontecimiento y la escucha como metodología y su investigación trata de comprender los regímenes de sentido a partir del paradigma de la visión y la experiencia sonora atendiendo a fenómenos como el de relación, inferencia, contingencia o intuición. Estudió Comunicación en la Universidad de Barcelona con mención en Semiótica en la UNAM (D.F., México) gracias a la beca Iberoamérica del Banco Santander.
En los elementos incluidos en esta muestra bajo el título “Un camino con dos curvas” (2022) se sustancian una multitud de actos sutiles y rotundos. Un camino cruza la sala: su recorrido (inacabado, por tanto, infinito) traza un atajo para salir del centro: una ruta espontánea que es, también, una vía de escape. Enfrentado estrechamente al cristal de la ventana, un mirador apunta hacia los naranjos del jardín. El visitante puede asomarse por él, pero el cristal de la ventana le cerrará el paso; si, en vez de eso, sale y se acerca a los árboles, encontrará en ellos algunas ramas injertadas. Esperamos que, algún día, alguien (un otro futuro) pueda comerse una fruta dulce de un árbol amargo. Las distintas piezas que conforman esta propuesta se interpelan continuamente, ya sea cromáticamente, formalmente, retóricamente o, por así decirlo, en el ámbito del deseo. El mirador convoca, desde su quietud y su distancia, a los árboles; estos esperan a sus frutos, cuya madurez naranja se nos anticipa, como un indicio, en unas fotografías. Mientras tanto, un sendero con dos curvas atraviesa el espacio. Vemos un giro, pero ignoramos el otro.