De viaje en la pandemia: Paseando por Barcelona
Llena la botella de agua y las pilas con energía, pues empezamos el paseo a paso ligero. Barcelona es una ciudad que creció entre dos montañas: la Sierra de Collserola al norte y por el sur Montjuic. También es conocido Turó de la Rovira que está en el centro de la ciudad, aunque hoy nuestro viaje comenzará en Montjuic.
Subimos por sus faldas atravesando carretera pero completamente rodeados por naturaleza. Es un camino largo, no nos vamos a engañar, pero el final merece la pena. Al llegar vemos el palacio de Montjuic, que data del siglo XVII. Era una atalaya privilegiada debido a su posición cercana al mar y con una altitud excepcional. Más tarde, sirvió al ejercito en diferentes batallas hasta que fue cedido al ayuntamiento de la ciudad.
Cercanos al castillo, vemos a mucha gente que incluye esta parada en sus rutinas de ejercicio. Siendo una montaña tan accesible, es una gran zona para salir a correr, pasear a tu mascota o simplemente sentarte en un banco a disfrutar de las vistas de la ciudad que en este momento, está ante tus pies.
Después de descansar y tomar aliento, bajamos y nos metemos en las calles de la ciudad. Según estamos en la base de Montjuic es fácil orientarse hacia el centro de la ciudad. Una de las primeras zonas que vemos es la Rambla: zona de comercio muy conocida y que su principal motor de funcionamiento es el turismo. Ahora no tiene la vida que tenía antes pero sigue siendo una calle simbólica de la ciudad. Seguimos andando hacia el barrio gótico y vamos a ver como estas calles acaban embrujando con cada paso que damos.
Callejeando acabamos en la plaza de San Jaime ( Plaça de Sant Jaume) donde encontramos el palacio de la Generalitat frente a la sede del ayuntamiento de Barcelona. Esta plaza es muy representativa de la ciudad, pero entre las muchas leyendas que circulan en estas calles, nos movemos a una que da a esta plaza, a la calle del Bisbe. Te preguntarás qué tiene de especial, te lo diré. En esta calle tenemos el puente de Bisbe.
Este puente conecta el palacio de la Generalitat y la casa de los Canónigos. Aunque parece antiguo, fue construido en 1928. Aun siendo relativamente joven, ya carga con una leyenda que trae consigo la destrucción de Barcelona. Bajo el puente vemos una calavera (las malas lenguas dicen que es verdadera) atravesada por un puñal. La leyenda dice que cuando se quite esa daga, el puente caerá y por lo tanto también la ciudad de Barcelona será destruida. También se dice que si atraviesas el puente mirando la calavera da suerte. Sea como sea, alza la vista.
Pasamos por debajo del puente, seguimos por las calles y giramos hacia la derecha. Llegaremos a la Placita de la Seu. Como su propio nombre indica no es una plaza muy grande, pero alberga uno de los tesoros arquitectónicos de Barcelona. No, no es la sagrada familia, será nuestra próxima parada. Nos referimos a la catedral de Barcelona, con una arquitectura y unos detalles muy cuidados. Hasta su nombre completo tiene sus detalles: Catedral de la Santa Cruz y Santa Eulalia de Barcelona. Sus primeras piedras son del siglo V, de una basílica paleocristiana dedicada a la Santa Cruz. Ya en el año 877 se le añadió el nombre de la patrona de Barcelona, Santa Eulalia. Más de diez siglos después, ha sufrido muchas reformas hasta 1929 donde se le declaró Monumento Histórico-Artístico nacional.
Parece que no, pero llevamos una buena mañana recorriendo la ciudad y aún quedarán muchas cosas por visitar de una ciudad tan viva. Aunque no podíamos despedirnos sin visitar esa obra arquitectónica que aún no está acabada pero no hace falta verla concluida para apreciar su grandeza. Sí, estoy hablando de la Sagrada Familia, diseñada por el arquitecto Antoni Gaudí. Siendo su obra maestra, es una de los tres puntos turísticos más visitados de España, junto al museo del Prado y a la Alhambra. Cuando esté finalizada será la iglesia cristiana más alta del mundo. Literalmente podríamos estar horas mirando cada detalle de la construcción más importante de Barcelona. Comparándolo con nuestros viajes entre estas fotos y palabras, tampoco hemos acabado. Al igual que a los obreros de la Sagrada Familia, nos quedan muchas piedras que poner y muchos caminos que terminar.