Regresa a los Juegos la guerrera del bádminton, Carolina Marín

Carolina Marín | RTVE

Ausente en Tokio 2020 por lesión, la española aspira a volver a ganar el oro olímpico en París 2024

Desde su victoria en Río 2016, ha sufrido y superado dos lesiones de rodilla graves, una en cada pierna

Lo más difícil en el deporte no es ganar, sino volver a ganar. Y Carolina Marín ha decidido afrontar en los Juegos Olímpicos de París 2024 ese reto, quizás el más significativo de su carrera: volver a conseguir una medalla de oro después de superar dos lesiones graves de rodilla, una en cada pierna, para estar un poco más cerca de convertirse en la mejor jugadora de bádminton de toda la historia.

Lo consiga o no, nadie podrá dudar a estas alturas de la profundidad de su legado: galardonada este mismo año con el premio Princesa de Asturias de los Deportes, Marín es la jugadora de bádminton con más títulos mundiales individuales y la que más campeonatos europeos ha ganado, además de coleccionar un buen puñado de torneos internacionales, incluidos los más prestigiosos, como el All England.

Aunque casi más relevante que cualquier título es la visibilidad que le ha dado a su deporte, minoritario en Europa y con escasísima tradición en España. Para escalar al éxito ha tenido que enfrentarse al batallón de jugadoras asiáticas que habitualmente dominan el circuito del bádminton, sin disponer de la estructura deportiva que a ellas les impulsa, al provenir de países en los que el bádminton es uno de los deportes más seguidos. De hecho, es la única campeona olímpica no asiática desde que el bádminton se introdujera en el programa de los Juegos, en Barcelona 1992.

Del flamenco al oro olímpico

Y eso que su periplo en el bádminton comenzó casi por casualidad, porque la pequeña Carolina se inclinaba por el baile flamenco. "Descubrí el bádminton a los ocho años, gracias a una compañera de colegio. Desde entonces, estoy enamorada de este deporte y, con el tiempo, se ha convertido en mi forma de vida", explica en una entrevista con el Comité Olímpico Internacional.

Cuando se decantó definitivamente por la raqueta y el volante, tuvo que separarse de su familia siendo apenas una adolescente para trasladarse a Madrid, donde el Centro de Alto Rendimiento del Consejo Superior de Deportes se convirtió en su segunda casa. En 2009, con apenas 16 años, ya era campeona de España y solo cinco años después se había consagrado como campeona de Europa y del mundo. 

El oro olímpico de Río 2016 fue la culminación de ese trayecto, el triunfo de una voluntad inquebrantable, con sólo 23 años. Aunque llegó a Brasil como número uno del mundo, para encabezar el podio tuvo que eliminar en semifinales a la campeona olímpica de Londres 2012, la china Li Xerui, y remontar en la final frente a la india Pusarla Sindhu, que le había ganado el primer set, el único que cedió en todo el torneo. Un alarde de competitividad.

El calvario en las rodillas

Sin embargo, pocos años después conocería la cara amarga del deporte de élite. En enero de 2019, durante un partido en Indonesia, Marín se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha, una lesión que le dejó sin competir ocho meses. Y en 2021, apenas dos meses antes de los Juegos Olímpicos de Tokio y cuando empezaba a recuperar su mejor nivel, la que crujió en un entrenamiento fue la otra rodilla, la izquierda: rotura del ligamento cruzado anterior y de los dos meniscos.

En un deporte tan exigente con las rodillas, con tantos cambios bruscos de dirección para seguir la trayectoria del volante -que supera con facilidad los 300 kilómetros por hora-, solo una de esas lesiones ya sería casi inhabilitante. Carolina Marín, sin embargo, ha superado dos para volver a situarse muy cerca de su mejor nivel: a París llega como número cuatro del ranking, campeona de Europa y subcampeona del mundo, y con su segundo All England bajo el brazo, conquistado en marzo.

Si finalmente es capaz de ganar la medalla de oro, igualará a la china Zhang Ning, la única jugadora de bádminton que ha logrado dos campeonatos olímpicos individuales, en 2004 y 2008. Una gesta descomunal: volver a tocar el cielo olímpico después de atravesar el calvario de las lesiones de rodilla, algo solo al alcance de una guerrera de voluntad inquebrantable como Carolina Marín.