El debate sobre si es mejor o peor dar tareas a los niños durante el verano es eterno y divide no solo a padres y madres, sino también al propio profesorado. Existen corrientes y decisiones de todo tipo al respecto, entrando en juego muchos factores, como la edad del niño. De un lado, estudiar y aprender no debería considerarse como una tarea tediosa y, por tanto, no está de más seguir aprendiendo durante los tres meses de verano. De otro, el tiempo libre es necesario tanto para niños como para adultos: un periodo de relax mental es básico para desarrollar nuestro lado creativo, pensar e indagar en otras áreas de nuestro interés que se alejen de aquellas que debemos abordar por obligación el resto del tiempo.
Por eso, una solución intermedia consiste en que los deberes de verano sean más libres y a la medida del niño: se trata de impulsar de esta forma el desarrollo de sus capacidades, permitiéndoles indagar en aquello que llame su atención y evitando que la pereza se convierta en regla. Así, un giro en la rutina de estudio puede ayudarles a mantener el hábito del aprendizaje de forma distinta, algo que también puede impulsar su independencia y enseñarles a buscar recursos estimulantes por su propia cuenta.
Otro factor clave es el tiempo de que dispongan los padres para atender a sus hijos: es habitual que los padres tengan que trabajar durante gran parte de estos meses y que atender a los deberes de sus hijos les reste tiempo de calidad con ellos. Tiempo que podría dedicarse a tareas más creativas y estimulantes. En este sentido, los expertos hablan también de la necesidad de apuntarse a otras actividades que tengan más que ver con la socialización, con el deporte y con la experimentación. Es también tiempo de lectura: no es lo mismo enfrentarse a un libro tras una larga jornada escolar que hacerlo con la mente fresca y tranquila.
Estos son algunos consejos sobre cómo abordar los deberes de verano de forma creativa y enriquecedora:
- Da prioridad a lo que haya quedado pendiente durante el curso. Si existen áreas en las que el niño quiera indagar o que no hayan quedado claras durante los meses previos, puede ser un buen momento para tratarlas y ampliarlas. Mejorar el método de estudio puede ser una buena tarea para el verano: a veces el problema no es el tiempo dedicado, sino la falta de técnicas para sacarle partido.
- Impulsa la creatividad y la lectura. El verano es tiempo para dejar volar la imaginación y para ello, nada mejor que aprovechar para observar el entono y jugar con él. La lectura es una forma perfecta de hacer volar la imaginación, así como la práctica de manualidades y juegos que nos obliguen a usar la cabeza de forma diferente a la habitual. Puedes animar a tus hijos a, por ejemplo, iniciar un diario de verano, dibujar algún pasaje que les guste especialmente, enseñarles a sacar fotos... Además, afortunadamente, durante el verano suelen ofertarse multitud de cursos y talleres de todo tipo que no sirven solo para ocupar el tiempo de los niños, sino para formarles en áreas distintas y ayudarles a socializar con nuevos círculos.
- Crea rutinas de verano. No solo puedes crear nuevas y divertidas rutinas para los niños durante el verano sino que, además, puedes sumarte a ellas. Si, por ejemplo, nunca sacas tiempo para leer o para hacer ejercicio, crear un tiempo específico para estas tareas en familia puede ser una buena forma de predicar con el ejemplo y de enseñar a tus hijos cierta disciplina (y la satisfacción de ver sus resultados). Quién sabe, tal vez puedas mantenerlas intactas durante el inverno.
- No olvides el tiempo en familia. Nada mejor que el verano para pasar tiempo en familia y compensar los meses ajetreados del resto del año. Si se puede utilizar este tiempo para aprender juntos, mucho mejor. Viajar, pasear, visitar lugares curiosos... puede dar lugar a muchas anécdotas y novedades que abran el abanico de conocimiento de nuestros hijos y el vuestro propio. Al fin y al cabo, a todos nos queda siempre mucho que aprender.
- mucho que aprender.