Los trabajadores esenciales del confinamiento se sienten abandonados durante la vacunación
Cuando el mundo entero se paró ellos siguieron realizando su labor por el bien de todos, usando protecciones improvisadas debido a la escasez de información, atendieron de frente a miles de personas cada día, tocaron y fueron capaces de encerrarse en espacios pequeños con desconocidos. Cuidadoras de ancianos y niños, cajeras de supermercado, taxistas, camioneros, trabajadores del campo y del mar, quiosqueros o abogados de oficio fueron conocidos como trabajadores esenciales cuando se decretó el confinamiento, debido a que su labor era fundamental para todos. En el proceso de vacunación esto ha cambiado.
Los supermercados han sido casi los únicos que los ciudadanos podían pisar en el peor momento de la pandemia. Las cajeras han visto y sufrido el miedo, la incertidumbre, el agobio...en sus espaldas cargan con toda la carga física y psicológica de estos 12 meses.
El Ministerio de Sanidad no ha explicado porque todas estas personas ya no son esenciales para vacunarse. Tan solo ha dicho que no es una decisión del Gobierno, sino que es la Ponencia de Vacunas, un órgano del que forman parte también asociaciones profesionales y sociedades científicas, “la que estudia y propone los grupos a vacunar y su prioridad, teniendo en cuenta principios de vulnerabilidad, necesidad, beneficio social…”. Sus propuestas, añade el ministerio, son aprobadas por la Comisión de Salud Pública, en la que están representadas las comunidades autónomas. Sanidad también ha rechazado que sea la coordinadora de la Ponencia de Vacunas la que explique las razones de la exclusión de estos trabajadores porque “está completamente volcada en el proceso de vacunación”.
Al comenzar el confinamiento, el Gobierno declaró esencial al sector agroalimentario para evitar el desabastecimiento de la población. Se reconoció la importancia de un sector que ha visto cómo la pandemia terminaba de destruir su sector, que ya estaba bastante mal por la falta de rentabilidad.
Es importante recordar que al declararse el estado de alarma, los olivareros dejaron de lado todo y participaron con sus tractores y maquinaria agrícola en la desinfección de calles y vías públicas de pequeños pueblos que no tenían medios para hacerlos por ellos mismo.
La organización agraria Asaja pidió que se priorizase a los trabajadores del sector agroalimentario en la vacunación. “Nuestra actividad es esencial para el funcionamiento y abastecimiento de alimentos al resto de la sociedad, por lo que sería muy interesante que los siguientes en recibir la vacuna fuésemos los agricultores y ganaderos, teniendo en cuenta el riesgo que supone el hecho de no poder confinarnos ni aislarnos cuando la situación se complica sanitariamente hablando”.
Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología, explicó que “el escenario es ahora completamente diferente” al del confinamiento. “Hay escasez de vacunas y hay que priorizar”. Los criterios para establecer el orden, señala, tienen en cuenta la vulnerabilidad de las personas, su exposición al virus y también “su papel en la vida de la comunidad”. “No es lo mismo que una unidad de policía no pueda seguir trabajando que (ocurra lo mismo con) los trabajadores de un supermercado”, esgrime García Rojas.
Los camioneros llegaron al punto de llorar desesperados por las duras condiciones en las que tuvieron que trabajar mientras casi toda España estaba segura en su casa. Sin servicios para comer o ir al baño, sin ningún tipo de protección, miles de transportistas recorrieron carreteras completamente vacías para abastecer de alimentos a todo el mundo
Ahora no solo no han sido priorizados en la cola de la vacunación sino que se quejan de que cuando van por carretera tienen que estas casi una hora enseñando papeles, lo que los retrasa en su trabajo.
Los cajeros y cajeras tampoco han recibido ningún tipo de recompensa por su esfuerzo en esta pandemia. Empresas como Eroski les pagaban una gratificación muy pequeña a cambio de echar más horas de las que deberían.
Las marisqueras protestaron por tener que bajar a la playa a recoger un producto “que no es de primera necesidad” y difícil de vender sin restaurantes ni depuradoras funcionando, a pesar de esto, fueron obligadas a trabajar.
Las trabajadoras domésticas en situación irregular, muchas internas, lo tienen más difícil porque están completamente desprotegidas y dependen de sus jefes. Debido a su situación muchos prefieren que no sean vacunadas para que no se descubra su situación de irregularidad y no les caiga ninguna multa.
Los taxistas todavía no han entrado en ningún plan de vacunación, a pesar de que su labor es tremendamente arriesgada y de primera necesidad para muchas personas. Además de todo esto su facturación ha caído en un 80% debido al miedo.
Otro colectivo profesional en el que se ha extendido el “malestar” por su exclusión de los grupos prioritarios de vacunación es el de los abogados de oficio, que durante el confinamiento tuvieron que seguir trabajando, sin ningún tipo de protección. Ahora no están en ningún plan de vacunación.