Los países de renta media desperdician cada año cerca de 74 kilos de comida por persona y, en Europa, alrededor del 20% de toda la alimentación que se produce acaba desperdiciada en los comercios y hogares, no sin antes generar un impacto medioambiental que se estima entre el 8 y el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Así lo han puesto de manifiesto este lunes expertos de diferentes ámbitos, reunidos en un encuentro organizado por el Centro Mundial de València para la Alimentación Urbana Sostenible (CEMAS), con motivo del Día Internacional para la Concienciación de la Pérdida y el Desperdicio Alimentario que se conmemora el 29 de septiembre. La jornada 'Acciones contra la pérdida y el desperdicio alimentario' ha sido inaugurada por la consellera de Agricultura, Mireia Mollà, y el director del CEMAS, Vicente Domingo.
Domingo ha advertido que "no podemos tener una relación con los alimentos de usar y tirar".
"Hace poco un experto me decía que es hiriente malcriar a un animal, venderlo, no comerlo y tirarlo a la basura. Es un insulto a la vida"
Por su parte, la jefa del Departamento de Pérdida y Desperdicio Alimentario de la FAO, Rosa Rolle, y la directora general de EUFIC, Laura Fernández, han explicado algunos datos para dimensionar esta realidad a nivel global.
Según Rolle, un gran porcentaje de alimentos se pierden antes de llegar al mercado y el 17% de la comida termina desperdiciada en los comercios y por los consumidores, particularmente en los hogares. Una cifra que precisa Fernández: el 20% de los alimentos producidos en la Unión Europea se pierden.
La responsable de la FAO ha subrayado que, "mientras toda esa comida se pierde, tenemos un problema creciente de hambruna y malnutrición en el mundo": 828 millones de personas sufrían hambruna en 2021, un aumento de 46 millones desde 2020 y de 115 millones desde 2019. 3,1 billones de personas no se pueden permitir una dieta saludable.
"COLUMNA VERTEBRAL" DE LA EMERGENCIA CLIMÁTICA
Además, Rolle ha incidido que la pérdida de alimentos es una "columna vertebral" en la lucha contra el cambio climático, con una huella "diversa" que se materializa no solo en las emisiones de gases sino en el uso de agua y la degradación del suelo.
De este modo, ha señalado que, "según diversos informes, la pérdida de alimentación representa entre el 8-10% de los gases de efecto invernadero y cada año se usan 75 billones de metros cúbicos de agua en la producción de frutas y verduras que se pierden. Por ello, ha asegurado que "reduciendo el desperdicio de alimentos podemos beneficiar no solo la salud humana sino también del planeta".
En la misma línea, Laura Fernández ha explicado que en 2021 esta cifra se concretó en 88 millones de toneladas de alimentos desperdiciados, con un coste asociado de 143 millones de euros. De ellos, ha apuntado que un 53% de los alimentos se tira en los hogares y la otra mitad a lo largo de la cadena alimentaria.
Por su parte, la consellera Mireia Mollà ha lamentado que el nivel de hambre en el mundo es "insufrible", ha incidido en el impacto ambiental del desperdicio y ha llamado a una "reflexión" social y desde los poderes públicos. "Ahora es un contexto muy bueno para abordar los grandes retos y el de la alimentación es uno de los grandes retos de la humanidad", ha asegurado, antes de añadir que la sostenibilidad es "una revolución y muchas veces las revoluciones empiezan pensando en global y actuando el local".
Mollà ha expuesto el "camino" emprendido por la Conselleria con el Plan BonProfit y con un diagnóstico, elaborado junto al Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), para contar con "datos precisos" sobre las fuentes del desperdicio, los comportamientos sociales que hay detrás, los consumos energéticos y la "tensión hídrica" que ocasiona.
El encuentro sobre acciones contra la pérdida y el desperdicio alimentario del CEMAS ha contado también con la participación de otros expertos del ámbito universitario, la sociedad civil y administraciones locales, regionales y nacionales.