La justicia británica ordena desconectar a Pippa Night, la niña de 5 años que lucha contra una rara enfermedad cerebral
05 de abril de 2021 (12:12 h.)
La justicia británica ha decidido desconectar a Pippa Knight, una niña de cinco años que se encuentra en coma desde hace más de tres años en el hospital infantil Evelina de Londres. Pippa nació en abril de 2015 y comenzó a sufrir convulsiones un año después. Se le diagnosticó encefalopatía necrozante aguda, una enfermedad muy rara que afecta al cerebro. Los responsables del hospital habían solicitado permiso para desconectar a la niña del respirador que la mantenía con vida, pero la madre, Paula Parfitt, de 41 años, no lo aceptó. El caso llegó a los tribunales. El tribunal Superior dio razón a los médicos del hospital, que creen que no tiene ninguna esperanza de sanar. La madre apeló la decisión y ahora los tres jueces de la Corte de Apelaciones han ratificado la sentencia.
Sin embargo, los jueces no lo vieron así. Afirmaron que están de acuerdo con la “opinión unánime” de los médicos y expertos médicos de que la atención domiciliaria no la mejoraría la condición de Pippa. “La decisión de que se le retire el soporte vital a Pippa es lo mejor para Pippa y es legal”, sentenciaron ante la impotencia de la madre. Y añadieron: “Ningún padre podría haber hecho más que la madre de Pippa para cuidar a su hijo o luchar por su futuro, sin embargo, en este caso la ley confiere la responsabilidad de las decisiones al tribunal, no a los padres”. Tras la sentencia, la madre ha declarado que no se rinde y que elevará el caso al Tribunal Supremo, la máxima instancia jurídica del país.
Esta no es la primera vez que los jueces británicos ordenan desconectar a un niño de la máquina que lo mantenía enchufado a la vida ante la desesperación de los padres. En julio de 2017 los jueces ordenaron desconectar al pequeño Charlie Gard, de apenas un año de edad, aquejado de un trastorno genético poco común que causa daño cerebral progresivo e insuficiencia muscular. Charlie estaba ingresado en el hospital Old Ormond Street, en Londres, considerado como uno de los mejores hospitales infantiles del mundo. Los padres pelearon hasta el último momento para conseguir evitar la desconexión que pedían los responsables del hospital.
Los padres habían encontrado un tratamiento experimental en los Estados Unidos que les daba algunas esperanzas. Habían recaudado un millón y medio de euros para el tratamiento. El presidente Trump les había ofrecido la nacionalidad estadounidense. El Papa Francisco se había postulado a favor de mantener a Charlie con vida. Pero el hospital no quiso. Llegaron hasta la Corte Suprema y el tribunal de los Derechos Humanos europeo de Estrasburgo, pero consideraron que debían desenchufarlo. No pudieron evitarlo.
Lo mismo sucedió con Alfie Evans, un niño de dos años con un trastorno neurodegenerativo ingresado en el hospital infantil Alder Hey de Liverpool. Al igual que Charlie Gard, los padres habían conseguido un tratamiento experimental en el hospital pediátrico Bambino Gesú de Roma, en Italia. El gobierno italiano le había concedido la nacionalidad. Los padres habían solicitado que les permitieran trasladar a su hijo a Italia. También llegaron hasta el Surpremo y hasta Estrasburgo. Pero lo acabaron desconectando.
El mismo destino parecía reservado para Dylan Askin, antes de que se produjera una especie de milagro en 2018. Tenía dos años. Sufría un cáncer muy raro en los pulmones. El 80 por ciento de sus pulmones estaban llenos de quistes. Los médicos concluyeron que no tenía ninguna posibilidad de vivir y acordaron con los padres que lo mejor era desconectarlo. Los padres aceptaron con resignación. Familia y amigos fueron a despedirse de él. Le desconectaron, le quitaron la medicación y comenzaron a sedarlo. De repente despertó del coma. Se empezó a recuperar y ahora, dos años más tarde, con cuatro años de edad, se ha recuperado completamente del cáncer y hace vida normal.
Paula Parfitt ha dicho que luchará hasta el final para que no desconecten a su pequeña Pipper. Se aferra al ejemplo de Dylan Askin. Llevará el caso al Supremo, pero los costes legales ascienden a más de 100.000 euros y para poder soportarlos ha iniciado una recolecta de dinero. Sin embargo, la organización antiaborto y antisuicidio asistiddo Sociedad para la Protección del Niño por Nacer (SPUC, por sus siglas en inglés), ha decidido hacerse cargo de todos los costes legales tras impulsar otra recolecta. “Quiero que Pippa tenga cualquier posibilidad para poder venir a casa y estar con su familia”, expresó Parfitt.