Un padre envía una carta a su hija el día de su boda habiendo fallecido
Freya Rosati, de 32 años, tenía sólo 11 años cuando su padre, Philip Hargreaves, murió de cáncer de esófago a la edad de 53 años
Solían hacer todo juntos. La llevaba a clases de baile, veían películas y jugaban juntos; Si la mamá de Freya alguna vez dijera "no", su papá siempre diría "sí". Pero, al comprender su destino, Philip escribió nueve tarjetas para Freya, ocho para los cumpleaños y una última para el día de su boda en las semanas previas a su muerte.
Su madre, Theresa, leyó la tarjeta a los invitados a la boda en lugar del discurso de Philip como padre de la novia, dejando a todos llorando. "Incluso mirando su letra en esa tarjeta, realmente sentí como si él estuviera allí, y fue muy agradable", dijo la novia de Buckinghamshire. “Fue un momento tan triste pero tan importante para mí que se leyó la tarjeta”.
“Desearía poder estar junto a ti, el padre más orgulloso del mundo, para acompañarte hasta el altar hasta llegar al hombre que amas y al siguiente capítulo de tu vida. Hoy es tu día, disfruta todo al respecto. Reir y llorar. Se feliz. Afronta todo de lleno. Entonces tendréis éxito en vuestra vida juntos. Me diste algunos de los momentos de mayor orgullo de mi vida con tu sentido del humor, inteligencia, comprensión y naturaleza solidaria. Nunca cambies. Te amaré por siempre, papá”, decía la carta.
Freya, una autoproclamada "niña de papá", estaba decidida a involucrar a su padre tanto como fuera posible en su gran día, y pequeños fragmentos de sus 11 años juntos estaban por todas partes, desde la música hasta la decoración. Después de haber disfrutado de unas vacaciones en Antigua, Freya hizo que unas cacerolas de acero tocaran su música mientras caminaba por el pasillo. Fotografías de Philip y Freya adornaron un "árbol de la memoria" que se encontraba en el frente del lugar de la boda. Si bien no podía usar algo “nuevo”, sí involucró a Philip para algo “viejo”: un collar de diamantes que él le había regalado.
Ella lo recuerda como un “verdadero guerrero” que nunca perdió el tiempo ni se quejó de estar enfermo en la pendiente “cuesta abajo” que lo llevó a fallecer.