La administración de Donald Trump ha vuelto a colocar la política migratoria en el centro del debate con una propuesta sorprendente: ofrecer dinero y billetes de avión a los migrantes irregulares que accedan a abandonar voluntariamente Estados Unidos. Bajo el eufemismo de “autodeportación”, el expresidente y actual candidato republicano ha detallado el que sería uno de los pilares de su nueva estrategia migratoria.
Durante una reciente entrevista en Fox News, Trump suavizó su habitual retórica sobre inmigración al explicar que su Gobierno quiere “trabajar con ellos, si son buenos, para que vuelvan lo más rápido posible”, en referencia a los migrantes indocumentados. Aunque el plan aún no ha sido oficialmente presentado, el exmandatario adelantó que se trataría de un programa incentivado: “Vamos a darles dinero y un billete de avión”, afirmó.
Sin embargo, detrás de esta aparente moderación se esconde un endurecimiento sin precedentes de las políticas migratorias. Fuentes de la Casa Blanca han confirmado que el objetivo del nuevo programa es expulsar a más de un millón de personas sin papeles en tan solo un año. Para ello, Trump y su círculo más cercano, encabezado por Stephen Miller, están explorando medidas extremas, como el uso de prisiones en el extranjero o el traslado de migrantes a instalaciones como la base naval de Guantánamo.
Uno de los casos más polémicos vinculados a estas medidas es el de Kilmar Abrego García. El hombre, de origen salvadoreño y casado con una ciudadana estadounidense, fue deportado por error a El Salvador a pesar de contar con estatus de protección en EE. UU. Según diversas fuentes, fue detenido con violencia por agentes encapuchados y enviado a una prisión gestionada por el gobierno de Nayib Bukele. La justicia estadounidense ya ha fallado a su favor, exigiendo su regreso, pero su situación sigue sin resolverse.
La línea dura del plan Trump también ha alcanzado a estudiantes internacionales. En los últimos meses, se han reportado detenciones de alumnos extranjeros por participar en protestas a favor de Palestina, lo que ha generado una ola de críticas sobre la criminalización de la disidencia política y la instrumentalización de la política migratoria con fines ideológicos.
Aunque desde su entorno se presenta como un plan humanitario que facilita el regreso voluntario, la propuesta de “autodeportación” no esconde su objetivo principal: vaciar Estados Unidos de migrantes sin documentación, incluso si para ello hay que forzar los márgenes de la legalidad.