"No estamos preparados." Con estas contundentes palabras, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se refirió recientemente a la posibilidad de ceder territorio en un futuro acuerdo de paz con Rusia. Aunque escueta, esta respuesta a un periodista dejó entrever un cambio significativo en la postura ucraniana, sugiriendo que cualquier avance hacia la paz dependerá también del apoyo de sus aliados. Este giro, impensable hace dos años, refleja el creciente agotamiento de una sociedad que, aunque sigue firme en su defensa, comienza a reconocer que un eventual acuerdo de paz podría implicar concesiones territoriales. Las consecuencias de estas posibles concesiones, tanto para la población rusa como ucraniana, y el impacto en sus líderes, son aún inciertas.
En su búsqueda de una paz favorable para Ucrania, Zelenski anunció esta semana que en septiembre presentará al presidente estadounidense, Joe Biden, un "plan para la victoria". Aunque los detalles completos del documento no se han revelado, Zelenski adelantó que este plan no solo definirá el papel de Rusia y Ucrania en la futura arquitectura de seguridad internacional, sino que también incluirá un enfoque económico para el día después de alcanzar la paz.
Con este objetivo en mente, Kiev planea celebrar una segunda cumbre de paz antes de que termine el año, esta vez con la participación de Rusia, aunque el Kremlin parece reacio a unirse a la mesa de negociación. "Los acuerdos llegarán cuando ambas partes consideren que no pueden ganar más en el campo de batalla", comenta Oleg Lukin, analista de Diacronía, quien añade que si una de las partes propone un acuerdo sabiendo que la otra no lo aceptará, entonces no existe una propuesta genuina.
En el terreno, la situación sigue siendo dinámica. El ejército ucraniano sorprendió recientemente al lanzar una ofensiva en la provincia rusa de Kursk, donde se estima que ha tomado el control de un centenar de localidades y cerca de 1.300 kilómetros cuadrados. Zelenski confirmó que esta operación es un componente clave de su plan para la victoria y que podría influir en las próximas negociaciones de paz.
"En un principio, la ofensiva en Kursk se interpretó como un intento de desviar la atención rusa del Donbás, pero claramente no ha sido así", señala Álvaro de Argüelles, analista de El Orden Mundial. "Es posible que Ucrania utilice este territorio como una moneda de cambio, ofreciéndolo a Rusia a cambio de concesiones territoriales dentro de Ucrania. Sin embargo, también se observa una intención ucraniana de retener el control de estas áreas, como lo demuestran las fortificaciones y minas que están construyendo en la zona."
La posibilidad de que la incursión en Kursk empuje a Rusia a negociar es aún incierta. Lukin argumenta que negociar bajo la ocupación de una región rusa sería admitir su conquista, algo que Putin difícilmente haría. "Putin solo considerará negociar cuando un acuerdo de paz no amenace su presidencia, lo cual está intrínsecamente ligado a su seguridad personal."
En cuanto a la posibilidad de ceder territorio, Argüelles sugiere que es más factible que una cohabitación entre los dos países, algo que ya fracasó con los Acuerdos de Minsk. "Rusia ya controla gran parte del territorio en cuestión y ha cambiado sus objetivos. La narrativa de minorías y repúblicas populares ha dado paso a la afirmación de que estos territorios son parte de la Federación Rusa."
La incorporación de territorios ocupados como Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, junto con Crimea, hace aún más difícil cualquier cesión territorial en futuras negociaciones. En 2020, Rusia enmendó su Constitución para prohibir la cesión de territorios a potencias extranjeras, aunque Lukin advierte que el Kremlin podría saltarse su propia ley si lo considera necesario. "Para Putin, Crimea es sagrada, mientras que Donetsk y Lugansk, aunque secundarios, son vitales para mantener el corredor terrestre hacia la península y sostener la narrativa bélica."
La posible cesión de territorios podría desatar tensiones internas tanto en Rusia como en Ucrania. "En Rusia, esto podría enfurecer a los sectores más patrióticos, ya descontentos con el desempeño militar", apunta Lukin. Mientras tanto, en Ucrania, cualquier concesión territorial podría causar divisiones dentro del gobierno y la sociedad, donde persisten sectores nacionalistas y de ultraderecha que rechazarían tal medida.
Ambos bandos están atentos a las elecciones estadounidenses de noviembre, un factor que podría influir decisivamente en el curso del conflicto. Ucrania busca aprovechar el tiempo con Biden en el poder para conseguir más apoyo militar, mientras que Rusia podría preferir esperar la posible reelección de Trump, quien ha expresado su deseo de reducir el apoyo a Ucrania y presionar por negociaciones de paz.
En última instancia, el agotamiento de la guerra y la fatiga social podrían empujar a ambos países hacia la mesa de negociaciones. Sin embargo, la situación en el terreno y el contexto político global, particularmente las elecciones en Estados Unidos, serán determinantes en cualquier acuerdo futuro, que inevitablemente incluirá cesiones.