La realidad oculta detrás de las dietas hiperproteicas
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una dieta equilibrada debe contener un 30% de grasas, un 55% de hidratos de carbono y un 15% de proteínas. Sin embargo, las dietas hiperproteicas que tanto se recomiendan, contienen proteínas en un 30% o 40% y carbohidratos de tan solo 5-10%. Pero un consumo tan bajo de hidratos de carbono no contribuye a una dieta equilibrada, sino que produce desequilibrios en el organismo, pudiendo ser un peligro para niños, adolescentes o mujeres embarazadas.
Estas dietas se enfocan sobre todo en el consumo de productos de origen animal, dejando de lado las proteínas vegetales. Se caracterizan por un consumo elevado de carne, pescado, huevos, lácteos y olvidan las legumbres, los cereales, las semillas y los frutos secos, principales portadores de fibra.
Aun así, resultan muy atractivas para la gente, ya que suponen perder peso de forma rápida. El problema es que no se basan en la perdida de grasa, sino en la perdida de líquidos, con la consiguiente pérdida de electrolitos como el socio el potasio y el magnesio, esenciales para el organismo.
Se limita el consumo de frutas y verduras con alto índice glucémico, lo que se traduce en ausencia de fibra, vitaminas, antioxidantes y minerales esenciales. Esto conlleva a que la mayoría de estas dietas necesiten suplementación multivitamínica, lo cual supone un sobresfuerzo para el hígado y los riñones, que se ven forzados para eliminar los residuos y el exceso de urea provocado por el alto consumo de proteína.
Para bajar de peso no es necesario recurrir a la dieta proteica, ya que se puede llevar una dieta saludable combinando muchos más alimentos. Cada uno tiene que adaptarse a las necesidades de su cuerpo, y las dietas no funcionan igual en todas las personas.