La llegada de la Web 2.0 y sus consecuencias, ¿Cómo afecta a nuestro cerebro el uso de las Redes Sociales?
La llegada de la Web 2.0 hace 20 años ha cambiado, en gran medida, el rumbo de la sociedad. Nuevas formas de comunicar y de percibir la realidad están presentes gracias a esta aparición. Si bien, al aumentar el número de personas con el que podemos interaccionar, lo hace también nuestra necesidad de pertenencia, que como seres sociales estamos condenados a tener.
El tiempo de uso de las Redes Sociales va aumentando con el pasar del tiempo, suplen necesidades que se han ido generando en base al uso de estas: acción constante, inmediatez, hibridez, participación e imagen.
¿Pero qué es lo que provoca en nuestro cerebro esta necesidad de estar presentes en RRSS?
El procesamiento cerebral de las redes sociales tiene lugar en los circuitos relacionados con las recompensas y su uso no controlado genera alteraciones en nuestros neurotransmisores que pueden complicar el funcionamiento de nuestro cerebro:
- La dopamina: es la sustancia neurotransmisora que regula nuestro centro de placer, y la que hace que repitamos conductas que nos transmitan esta sensación. Un like, la posibilidad de recibir 10 estímulos diferentes por minuto, un comentario positivo etc. El recibimiento de este tipo de interacciones hace que aumenten los niveles dopamínicos de nuestro cerebro, lo que provoca estar buscando continuamente esa sensación, recurriendo a las RRSS cada vez que nos aburrimos.
- La adrenalina: o la hormona vinculada con la agresividad. Las RRSS pueden provocar reacciones exageradas. Un like puede provocar felicidad, un unfollow tristeza y frustración.
- La serotonina: es aquella que regula nuestro estado de ánimo, digestión, sueño, memoria etc. Y que se está viendo alterada por el uso del teléfono (ej. Trastornos del sueño, interés individual por encima del grupal etc.)
- La oxitocina: es la molécula del amor, las personas pueden ser más abiertas y sociables. Esta puede provocar la idealización hacia las personas en Redes Sociales, y en base a ellas surgen problemáticas como el stalkeo, la necesidad de perseguir a alguien con la finalidad de encontrar su aprobación.
A raíz de esta saturación tecnológica, se están generando nuevos trastornos de dependencia que hace veinte años sería impensable:
- Síndrome FoMO (fear of missing out): la sensación de estar perdiéndose algo. Es el estado de ansia que se genera al estar separados del teléfono y no poder ver que está ocurriendo. También la frustración que produce mirar qué está haciendo el resto y pensar siempre que es mejor que lo que tú haces por el simple hecho de que lo publican en las redes.
- Síndrome de la llamada imaginaria: nuestro cerebro comienza a imaginarse las notificaciones del móvil, por el hecho de asociar su uso a la mayoría de nuestras actividades diarias.
- Efecto Google: nuestro cerebro se niega a asimilar cierta información por el hecho de estar seguros que cuando la necesitemos podremos encontrarla en Google.
- Cibercondria: es la necesidad de estar buscando en Google ciertos síntomas que asociamos a una enfermedad. Esta búsqueda suele ser constante y normalmente la persona se autodiagnostica una enfermedad grave por lo que ha leído a través de Google sin ni quiera haber acudido al médico.
Por todo esto, es importante buscar tiempos en los que el móvil no esté presente, dejar a un lado esta hibridez para que el cerebro descanse, permitir el aburrimiento para fomentar la creatividad y evitar el uso de las redes por razones de necesidad para poder evitar el estrés digital que estas conductas pueden producirnos.