Orgullo y responsabilidad afectiva, un dúo que nunca se usa bien
¡Ya casi es Navidad! No sé por qué últimamente escucho y leo a mucha gente hablar de que diciembre es triste y que vaya mes más malo y demás, si diciembre es un mes súper guay y la Navidad más. Entiendo que puede que haya gente a las que las fiestas y las cenas y toda la parafernalia les agobie, pero la Navidad es una de las mejores épocas del año. Personalmente a mí me gusta mucho, pero no por las cenas o por ver a mi familia (porque, como en toda familia que se precie, hay algún miembro al que no soporto), sino porque todo el mundo está de buen rollo. Ves a gente que no sueles ver, sales y te lo pasas bien, y la gente no es tan imbécil como el resto del año. Es más, solo por el hecho de que hay tres semanas en las que la Navidad hace que la gente idiota sea menos idiota ya merece la pena. Así que todos a alegrarse que en nada estaremos tomando copitas con la abuela, hombre.
Bueno, a lo que vamos, que me pongo a hablar de Navidad y parezco un elfo ayudante de Papá Noel. En el artículo de hoy vamos a hablar del orgullo, una cosa que todos tenemos pero que siempre SIEMPRE se usa mal. Y no es que se use mal por el cómo, sino por el cuándo y el dónde. Y, a medida que ahondemos en esta cuestión, entraremos brevemente en la responsabilidad afectiva y en por qué el orgullo hace que muchas veces esta desaparezca, algo que es todavía peor que ser orgulloso sin motivo.
Ay, el orgullo... ¿Por dónde empezar con esto? Pues mira muy sencillo, vámonos a la RAE. Según la Real Academia, el orgullo tiene varias acepciones, pero el articulo de hoy gira en torno a la segunda: Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia que suele conllevar sentimiento de superioridad. Vale, paremos un momento. Es una definición más que válida, pero dentro del contexto que nos estamos moviendo está, más que mal, incompleta. El orgullo muchas veces no es un exceso de estimación propia, de hecho, es todo lo contrario. El orgullo y el miedo, que en un primer momento parecen dos conceptos antagónicos, se tocan en muchas situaciones de la vida, especialmente en el amor.
Porque el orgullo es una herramienta que está presente en todos nosotros, pero muchas veces se usa mal. Somos orgullosos hasta el extremo en situaciones innecesarias, y sin embargo nos bajamos los pantalones en momentos en las que es fundamental tener ese amor propio del que habla la RAE. En el amor es donde mejor se ve este uso tan estúpido y malo del orgullo. Dejamos de hablar, de contestar y de buscar a una persona por él, aún sabiendo que vamos a hacer daño a la otra persona o que nos lo estamos haciendo a nosotros mismos, porque si nos tragamos nuestro orgullo "nos estamos arrastrando".
No sé si alguna vez habréis visto o leído "Orgullo y Prejuicio", pero os lo digo: Qué ansiedad de historia. Es decir, tú lees los primeros capítulos de la novela o ves la primera media de la película y ya sabes que Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy están enamorados el uno del otro. Pero, al igual que pasa en la vida, se tiran un libro entero (u hora y media de metraje, depende del formato) haciendo el capullo porque no están dispuestos a dejar el orgullo de lado. Y esto es una novela famosísima que Jane Austen coronó con un final feliz, en la vida real la mayoría de historias de este estilo acaban mal. Bueno mal no, fatal, con dos corazones rotos por tontos.
Yo interpreto que mucha gente o no conoce esta historia o directamente no ha entendido nada, porque la moraleja que nos da Jane Austen está meridianamente clara: El orgullo es enemigo del amor, y un obstáculo que no hace sino potenciar el sufrimiento que se tiene por este (que no es poco). Hablamos y hablamos sin cesar de que no hay que arrastrarse en el amor y de que tienes que quererte a ti mismo y demás historias cuando precisamente por "quererse a uno mismo" y por "no arrastrarte" muchas veces se rompe la relación, amén de que quede siempre ese nocivo pensamiento de "¿Y si hubiera confesado lo que siento en lugar de callarme?". No digo con esto que en las relaciones haya que ser pusilánime y manipulable, solo que muchas veces el orgullo está mal dirigido. En todas las relaciones de la vida, no solo las amorosas, hay momentos en los que tienes que sacar tu orgullo, pero en el amor muchas veces se saca cuando es innecesario y lo único que hace es cegar a la mente.
Enamorarse, a pesar del dolor que conlleva siempre, es algo súper bonito. Una de las mejores cosas de la vida. Pero, como todo en la misma, se puede acabar. Es una tontería ser orgulloso en el amor porque igual a los pocos meses se te pasa y ya no quieres saber nada, pero si dejas que ese sentimiento entre dentro de ti y regule tus acciones, nunca vas a saber qué va a pasar y además vas a actuar como un completo imbécil. Aquí entra también la responsabilidad afectiva, ya que muchas veces por orgullo y/o por miedo perdemos esta responsabilidad, y hacemos un daño mucho mayor a la otra persona. Y no solo me refiero al archiconocido ghosting, también a mecanismos como buscarte otra persona para herir o crear celos en la primera, una práctica muy común que implica cero responsabilidad afectiva y un orgullo usado de la peor manera posible.
Como podemos ver, en el amor el orgullo es un protagonista absoluto sin merecerlo. Sin embargo, en otros entornos donde el orgullo sí es útil y a veces incluso fundamental, nunca se usa. El primero de todos, el trabajo. Hay gente que es súper orgullosa en sus relaciones amorosas y sociales pero que en el trabajo dejan que todo el mundo les pase por encima, les diga cómo hacer las cosas y que se reducen, básicamente, a un trozo de carne con ojos. Ahí sí que es necesario tener orgullo y tener claras tus prioridades, pero muchas veces la gente tiene miedo de que el orgullo les cueste el trabajo, la seguridad o vete tú a saber (os dije que orgullo y miedo se entremezclan). Y claro, frente a esta situación se lo tragan. Pero, como todo en los seres humanos, ese orgullo que no sale cuando tiene que salir luego necesita escapar por algún lado, y cuando escapa y se mezcla con el rencor de que todo el mundo te manipule crea entornos horriblemente tóxicos. Sin ir más lejos, muchos casos de violencia de género tienen su génesis en este tipo de ambientes en los que volvemos a lo mismo, el orgullo se usa donde no se debe usar y con quién no se debe usar.
Este mal uso del orgullo sucede también en entornos diferentes al trabajo, y más en edades tempranas. Prácticamente todo el mundo se ha plegado alguna vez a los designios y "recomendaciones" de familiares, amigos y demás allegados y ha decidido no hacer algo que quería para tomar un camino que no terminaba de convencerle, sufriendo porque no tuvo el amor propio de decir firmemente "no quiero esto". Sin embargo, tanto en estas situaciones como en el mundo laboral entiendo y considero necesario matizar que a veces no puedes escapar por diversos motivos que escapan a tu control. Y sí, me refiero a elementos como el dinero y el chantaje emocional que por ejemplo realizan varios padres con sus hijos, con frases como "no te voy a financiar los estudios de x, pero sí los de y". Ahí la situación se vuelve mucho más complicada, aún más con el agravante de que usar el orgullo en esa situación puede implicar la ruptura de la relación, pero eso es otro tema del que no hablaremos hoy.
A lo iba y espero haber conseguido hoy es a que en la vida es necesario tener amor propio y orgullo. Fundamental, de hecho. Pero, al ser un arma que puede provocar tantísimas repercusiones buenas y malas en tu vida y en la de los demás, es imperativo saber cuándo usarlo y en qué medida. Porque, al igual que es muy cierta esta mítica frase de Emiliano Zapata: "es mejor morir de pie que vivir de rodillas", también lo es la cita de Eugene Gladstone: "el orgullo precede a la caída".