Me hubiera gustado no escribir este artículo. Es bastante estúpido empezar afirmando que no quieres hacer algo, porque entonces, ¿Para qué lo haces?
Pues bueno, en circunstancias normales no habría escrito un artículo sobre salud mental días antes de Navidad, pero no son circunstancias normales. Hace solo unos días Verónica Forqué apareció muerta en su casa. Se suicidó. Sin ninguna duda el hecho de que hace solo unas semanas pudiéramos verla cada semana en la televisión ha provocado que su muerte tenga un impacto bastante grande en nuestro país. En solo unos días todos los noticiarios están sacando reportajes y artículos acerca de la salud mental, porque como pasa siempre con este tema, sale a la palestra llamado por el oportunismo que da la muerte de una figura pública.
Por eso mismo este es, para mí, el artículo más importante que he escrito y a la vez el que menos me apetece hacer. Al redactar esto siento que me he sumado a esa rueda de oportunismo, pero al mismo tiempo algo dentro de mí no se perdonaría no escribir un artículo sobre salud mental ahora que todo el mundo está dispuesto a informarse sobre este tema. Y si tú, querido lector, no te has dado cuenta, ya te lo digo yo: La mano que dicta estas palabras ha tenido problemas de salud mental.
No voy a hablar de mi experiencia, y voy a hacer todo lo posible por no ponerme de ejemplo sobre esto. No porque me dé miedo hablar de este tema, sino porque considero que entonces el artículo acabaría siendo terriblemente egoísta, yo solo soy una de las miles de personas que ha tenido y tiene problemas de salud mental en este país.
Seguro que la mayoría de vosotros estáis leyendo esto y, o bien pensáis en vosotros mismos, u os viene a la mente una persona en particular. Porque en España, en 2021, todo el mundo conoce a alguien que sufre de esto. De hecho voy más allá, no considero descabellado afirmar que todo el mundo, en algún momento de su vida, ha tenido una enfermedad mental. Y aún así, solo hablamos de este tema cuando alguien se suicida. Qué irónico.
Originalmente, cuando se habla de salud mental y de enfermedades mentales nuestra cabeza siempre gira en torno a trastornos relacionados con la locura: esquizofrenia, trastorno de personalidad (múltiple o no), trastorno bipolar, etc... Y estos son, obviamente, enfermedades mentales, pero más allá de ellos hay otro tipo de trastornos. Para englobarlos todos juntos yo suelo usar símiles, como "demonios internos" o "cuchillos invisibles". ¿Cuáles son? Todos los conocéis: depresión, ansiedad, hastío, tristeza, desazón, inseguridad y un largo etcétera.
Hoy nos centraremos en estos "demonios", porque son los más comunes en nuestra sociedad y porque su final de trayecto solo tiene dos paradas: la curación y el aprendizaje, o el suicidio. El primero necesita de un camino largo, tortuoso y altamente destructivo que es difícil de recorrer con o sin ayuda de un especialista. Dejando de lado este pensamiento tan arcaico de que el psicólogo solo sirve para la gente que está loca (muchos de los que no se consideran locos deberían ir al psicólogo antes que muchos locos), la afirmación de moda actualmente (ir al psicólogo te cambia, te cura y te hace ser una persona maravillosa casi por arte de magia) es una enorme mentira. Mentira porque lo que no se dice es que cuando tú vas a ese espacio te tienes que abrir, tienes que verbalizar que esos "cuchillos" te aprietan, te ahogan, que te hacen estar con la gente que quieres y mientras tanto estar triste. Y eso es uno de los mayores actos de valentía que puede realizar una persona: asumir, y afirmar abiertamente, que hay algo dentro que no funciona.
La gente interpreta que ir al psicólogo te cura en unos meses, que te va a dar una serie de consejos que... ¡PAM! Ya no tienes depresión, a vivir coleguita. Y no es así, ni mucho menos. El psicólogo es un arnés que usas para bajar al fondo de tu mente a ver cara a cara a tus "demonios" y conversar con ellos. No uso la palabra luchar porque, si bien la primera lección de la salud mental ya es un palo: "No vas a sentirte mejor si no intentas superarlo, y ese proceso es doloroso hasta la raíz más profunda de tu ser", la segunda es todavía peor: "Los demonios no se van, nunca se van, y nunca se irán". Así que la lucha no es por superarlos, es por convivir con ellos y por evitar que tomen el control.
El control, para desgracia de todos aquellos que sufrimos de esto, es algo intermitente. Lo tienes, pero también lo puedes perder, y lo pierdes. Es algo inevitable. Y creedme, todo el mundo que tiene problemas de salud mental te dirá lo mismo: "Daría todo, TODO, para dejar de sentir esto". Pero no puedes evitarlo. Y no porque no lo superes, porque se supera, sino porque eso se queda ahí, marcado para siempre. Porque los "demonios" no son como los virus, no te atacan y luego se van. Son como siluetas que te acompañan, escoltándote a cada lugar que vas, y que te susurran al oído las cosas que no quieres oír: "Estás solo", "¿Qué haces aquí?", "no te fíes de ellos", "esto no va a salir bien, lo sabes". Y aunque hagas lo posible y lo imposible por evitarlo, siempre están ahí, tocando las fibras que saben que tienen que tocar para que dudes, y sufras.
Y lo peor de todo es que les das una forma, un nombre y una voz para poder hablar con ellos, sabiendo que en realidad todos surgen del mismo lugar: de ti mismo. Eres tú, es tu cabeza y es tu parte visceral la que a veces susurra, a veces habla, y a veces grita. Y claro, muchas veces tienes los mismos pensamientos: "Soy yo", "es culpa mía", y el peor de todos, "estoy roto por dentro".
La muerte de Verónica Forqué es el destino final de aquellos cuyos "demonios" han acabado por consumirles. Se habla mucho de que el suicidio es un acto cobarde por cortar la vida, de que es valiente, porque tienes que echarle huevos para quitarte la vida, cuando al final es un acto triste. Es la manifestación final de que una persona no ha conseguido salir del bucle, se ha hundido definitivamente en él, y no ha encontrado otra salida que consumirse. Y, al igual que Verónica, en España se han registrado este año (que no se ha acabado) a otras 3.940 personas que han acabado con su vida. 3.941 "demonios" que han ganado. 3.941 personas solas y desesperadas, cuya única solución ha sido el final. 3.941 fallos de un sistema que construimos entre todos.
Y los que no han acabado cediendo en esta batalla viven, y sufren, pidiendo ayuda o no. Los hay que acuden a amigos o familiares, o que se refugian en cualquier cosa hasta que pasa la tormenta. Los hay que acuden a los psicólogos, y tienen largas y tendidas discusiones con sus "demonios" para encontrar la salida. Y también los hay que se drogan con cualquier sustancia que se os pueda ocurrir, evitando enfrentarse a estos demonios y/o usando las mismas como un "Airbag" que te permita aguantar el impacto y convivir mejor con ellos. Y aunque hay algunas soluciones mejores que otras, lo cierto es que siempre, hagas lo que hagas, puedes caer.
Con esto no quiero mostrar una imagen pesimista o fatalista de la salud mental, todo lo contrario. Es una lucha constante, con subidas y bajadas, pero es una lucha que se puede ganar. Y se puede ganar en el momento en el que entendamos que esto, realmente, no es una lucha: Es una conversación con las peores versiones de nosotros mismos, con nuestros miedos, con nuestros traumas y con nuestros "demonios". Una conversación y una relación que, como todo en la vida, tiene fases buenas y malas. Pero que es inevitable y que se tiene que asumir. Si la vida solo tuviera cosas buenas todos estaríamos ya aburridos y cansados de ella. Creo firmemente que, en el momento en que asumes esta verdad, la lucha ya no es lucha, sino conversación. Y en ese instante esta conversación, si bien puede llegar a hundirte en la más profunda de las miserias, te permite conocerte más y más y más, dándote más herramientas para entender que la salud mental, como la vida, tiene sus fases buenas, sus fases malas, sus fases increíbles y sus fases tremendamente horrorosas.
Espero que hayáis disfrutado con este artículo y que, en cierto modo, os haga entender de una forma menos catastrofista y fatalista la salud mental. No suelo decirlo en los artículos, pero hoy sí quiero decirlo: Cuidaros mucho, porque vuestra vida vale más, mucho más que cualquiera de vuestros "demonios".