Sí, seguimos en pandemia y con el virus en las calles. Aunque la campaña de vacunación sigue su proceso, nos falta mucho para llegar a ese 70% que el gobierno pretendía conseguir en verano. Para poder frenar más el virus, en estas fechas festivas cortaron por lo sano: algunos no salían de su municipio, otros no pueden salir de la provincia pero nadie puede salir de su comunidad autónoma (excepto por causas de fuerza mayor, por supuesto). Cada comunidad tenía sus propias limitaciones en la hostelería, con el toque de queda y con la movilidad.
Ya pasó el Domingo de Resurrección y los medios sacan los datos de los fallecidos y de nuevos contagios. El gobierno esperaría que estos datos bajaran al no permitir la movilización de la gente pero ha sido al contrario, estos datos han ascendido y es posible que haya sido por la acumulación de las personas “encerradas” en sus provincias. Da igual en que comunidad o provincia nos situemos, en este anterior fin de semana si querías dar una vuelta por el campo, ir a un centro comercial o simplemente reunirte con tus allegados en el bar más cercano, se veía la misma escena: Todo está lleno y con gente a montones.
No todo van a ser malas noticias. Semana Santa es una temporada clave para el turismo rural y eso si que se ha visto afectado positivamente. Ya que no podíamos salir de nuestra provincia, disfrutemos de sus parajes. En algunas comunidades se han llegado a picos de ocupación muy altos como en Madrid (92%), Álava (91%), Sevilla (81%) o Barcelona (80%).
Aunque el turismo rural haya sido un éxito, aún debatimos varios problemas . El que más ha sonado y más se ha discutido en los hogares, es la visita (turística aunque para algunos haya sido "cultural") de personas de países europeos a nuestro país. Si tengo una segunda residencia en Asturias no puedo viajar a menos de que haya ocurrido una desgracia. Eso sí, un francés o alemán que estuviera cansado de las restricciones de su país sí que puede volar a cualquier parte de España para disfrutar de la Semana Santa. Poniendo como ejemplo el caso de Madrid, las calles se llenaron de fiesteros y la escusa que ponía la presidenta de la comunidad de Madrid era que “venían a ver los museos”. Claro que sí, los jóvenes franceses que salen en fotos y vídeos alcoholizados en el centro estaban tan extasiados porque les encantó la exposición en el Thyssen y estaban ansiosos por ir al día siguiente al Museo del Prado.
En general en España la Semana Santa ha sido un palo al no poder vivir sus múltiples procesiones por segundo año consecutivo. Al menos esta vez se pueden visitar las iglesias aunque por supuesto con aforo muy limitado. Igualmente seguimos con el mismo problema que he mencionado antes: acumulaciones de personas en un espacio reducido ya sea en las colas para entrar a las iglesias, en los bares de alrededor o en el centro de cualquier ciudad española. Ya no es la escusa de "no mantienen la distancia de seguridad", en verdad era prácticamente imposible debido al volumen tan alto de personas. Sí, la gran mayoría cumplía las normas poniéndose mascarilla, desinfectando y limpiando. Pero ¿De qué sirve estas normas si luego estamos encerrados como sardinas en una lata de conserva?
Una vez más hemos pasado una época vacacional y con los picos de fallecidos y de contagios subiendo. Aún no han pasado los quince días correspondientes para ver el efecto total que ha tenido la Semana Santa, pero si el lector de estas líneas ha visto las mismas escenas que el escritor, se lo podrá imaginar. Muchas normas y muchos que las siguen, pero si nos dejan como única opción quedarnos en nuestra zona mientras que a los turistas extranjeros les dejan venir, esto no tiene sentido. El número de gente aumenta y el espacio sigue siendo el mismo. ¿Cuál el resultado? Distancia social aconsejable en vez de obligatoria, en consecuencia los contagios siguen subiendo a pesar de mantenernos en nuestra región.