domingo. 24.11.2024

Los grandes olvidados se juegan la vida en el mar

Los marineros españoles marchan sin vacunas a sus mareas, obviados por el Gobierno y exponiéndose a un alto riesgo
Puerto de Marín (Galicia)
Puerto de Marín (Galicia)

Me imagino al presidente, Pedro Sánchez, degustando con placer una jugosa lubina sobre el ostentoso plato de la mesa de su salón. Fresca, de la mejor calidad. Una delicia que saborea sin valorar todo aquello que tiene detrás, sabiendo que puede paladearla en la calidez del hogar, o la comodidad de un restaurante. Detrás de esa, y de multitud de lubinas, merluzas y otros pescados, miles de marineros españoles hacen posible que tengamos diferentes variedades de pescados y marisco en las pescaderías y locales de todo el país. No se valora lo suficiente a estos hombres y mujeres. Estas son personas que trabajan diariamente en el mar, dentro de un barco, algunos sin pisar tierra en meses, y a miles de kilómetros de distancia de sus casas, en unas condiciones en las que no aguantarían la gran mayoría de ciudadanos normales. El sacrificio hecho trabajo.

Ahora, que vayan y les cuenten a los marineros que marchan a las mareas durante largos periodos de tiempo en el extranjero que no les ponen vacuna, que no tienen prioridad. Que vayan los señores del Gobierno, aquellos que han diseñado el plan de vacunación, a las familias de esos marineros a contarles que, aunque no los vayan a ver en meses y corran un riesgo tremebundo en esos barcos con personas de todas las nacionalidades, no van a vacunarse. Es sumamente vergonzoso que, tras quejas airadas del sector marítimo, el Ejecutivo haya hecho ‘oídos sordos’ a uno de los sectores que más peligro corren y más expuestos están ante el Covid.

El peligro al que hacen frente los marineros de nuestro país es más que manifiesto teniendo que realizar su trabajo sin una vacuna que les proteja. Personas de diferentes puntos del globo terráqueo son juntados por las empresas para navegar en altamar. Días, y semanas, encerrados en un barco con multitud de personas. Ahí no hay distancia de seguridad que valga. No hay gobierno, ni todo lo que hay en cualquier país para combatir el virus. Ese barco es una nación independiente, una nación sin protección, ni medidas, un pedazo de metal flotante donde el único cometido es el trabajo conjunto. Si sus países no cuidan de ellos proporcionándoles vacunas antes de viajar ¿quién va a cuidar de ellos? ¿quién les va a proporcionar seguridad?

El principal problema está en esos barcos en mitad del mar. Con que uno solo coja el virus, la mayoría del barco puede estar condenado. Además, el colmo de esta situación, es que si alguien pillase el virus en la embarcación, hay una alta probabilidad de que la llegada a tierra para un tratamiento no fuese inmediata debido a las grandes cantidades de dinero que perdería la empresa marítima. Por otro lado, cuando los marineros españoles llegan a tierra en los diferentes países, la situación no es mucho más alentadora. Al fin y al cabo, como han contado en varios medios los propios navegantes de nuestro país, son extranjeros en países lejanos azotados por el virus, donde la prioridad son los ciudadanos nativos del propio país.  

Dada la situación de miles de estos marineros españoles y sus familias, es incomprensible, y oprobioso por parte del Gobierno español, que no se haya tomado la decisión de dar prioridad a este colectivo tan expuesto. Tristeza e impotencia es lo único que se siente al saber que los grandes olvidados se juegan la vida en el mar.

Los grandes olvidados se juegan la vida en el mar