Desde que el fútbol existe como deporte, el insulto está latente en cada partido. Antes de la pandemia, la grada era la principal emisora de insultos a los jugadores rivales. Ahora, sin nadie en los anfiteatros, se nota aún más que los futbolistas se dicen absolutamente de todo entre ellos, y a los árbitros. ¿El objetivo de tanto insulto? Desestabilizar al rival en la disputa del encuentro. Es parte del ‘abc’ del fútbol. Toda aquella persona que haya jugado mínimamente en cualquier competición futbolística ha vivido en sus propias carnes al 99,9% insultos hacia su persona, desde las categorías más bajas, como alevines, hasta el propio fútbol profesional.
Corría la media hora de partido en Cádiz con empate a 1 en el electrónico. Es entonces cuando el jugador del Valencia, Diakhaby, se encaró con Juan Cala de forma airada. El jugador francés estaba fuera de sí, a simple vista, algo le tenía que haber dicho Cala para una reacción de tal magnitud. Después de que el jugador valencianista afirmase al colegiado del encuentro, Medie Jiménez, que el jugador del Cádiz le había llamado “negro de mierda”, el propio jugador, junto a sus compañeros abandonaron el terreno de juego. Una reacción de todo el equipo llamativa, poco habitual, y que hizo que se tuviese que detener el encuentro.
Todos somos conscientes de la gran sensibilización que hay con el racismo en el mundo desde el movimiento norteamericano ‘Black Lives Matter’. Pero claro, ¿es más grave un ‘negro de mierda’ que un ‘hijo de…’, un ‘me cago en tus…’, un ‘gitano de mierda’, un ‘moro de mierda’ y múltiples improperios que se le pueda venir a uno a la cabeza? El exfutbolista y entrenador vasco, Javier Clemente, ha hablado esta mañana en radio en referencia al supuesto insulto racista, a lo que él ha comentado que en su día le llamaron “asesino, etarra, o vasco de mierda”, y no abandonaba el campo porque sabía que eran insultos “para molestar y desestabilizar”. Muchas veces se pueden decir multitud de improperios en un terreno de juego a un rival, e incluso amigo, y cuando termina el encuentro, un abrazo y todo queda olvidado. La esencia de la histórica frase de ‘lo que ocurre en el campo, se queda en el campo’. En boxeo y las MMA, antes de un combate, los rivales, como parte de la estrategia, insultan y desprestigian al rival antes del duelo, pero después, dejan claro que todo es parte de un espectáculo y una forma de molestar y desestabilizar al contrario. Y ¿eso está bien? Pues obviamente no, pero el mundo del fútbol, y en gran parte del deporte, siempre ha sido así y va a ser complicado cortar los insultos, porque estos ya forman parte del juego.
Es totalmente deleznable cualquier insulto racista, y de cualquier otro tipo, y ha de ser condenado siempre. Pero claro, si la Federación quiere cortar esto debe tener la misma vara de medir con todos los insultos, y sinceramente, no estoy del todo seguro de que en la disputa de un partido a más de 200 revoluciones todos los futbolistas en diversos piques le digan a su rival “disculpe, pero no me parece bien la entrada que le ha hecho a mi compañero”, es una utopía, y una absurdez.
Pero vamos, aquí la gran mayoría de medios ya han dictado sentencia de unas palabras, que parece ser, ninguna cámara ni micro han captado. Juan Cala ya ha sido ajusticiado (y lo que le queda durante la semana) por todo el mundo mediático. Hay mucho, pero muchísimo ruido alrededor de este hecho acontecido en el partido entre Cádiz y Valencia. Y tanto ruido es malo. La Federación española va a tener una semana muy complicada. Desde el Valencia denuncian el insulto racista, desde el Cádiz afirman que Cala cuenta que no dijo nada, el árbitro ni vio ni escuchó, las cámaras aún no han encontrado imágenes y sonido que esclarezcan la situación. Tema polémico del que se hablará toda la semana. Si Cala finalmente vertió ese insulto sobre el rival, es absolutamente reprochable. Pero muy mal por los medios dictando sentencia contra el jugador del Cádiz antes de tiempo. Si sancionan a Cala, si es verdad y se ratifica el insulto racista, también debería aplicarse esa sanción a los 50 insultos por partido que se propinan entre sí los jugadores. Y, finalmente, dejo en el aire la pregunta de ¿cuántos partidos se pararían si los jugadores tuviesen la piel tan fina con otro tipo de insultos?