Un paseo de 30 minutos a intensidad moderada reduce temporalmente la tensión arterial en mujeres con artritis reumatoide, no sólo en reposo sino también en situaciones de estrés, según un estudio con pruebas físicas y cognitivas realizado en la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil.
El estudio se recoge en un artículo publicado en la revista 'Journal of Human Hypertension' y cuenta con el apoyo de la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de São Paulo (FAPESP) en el marco de un proyecto temático sobre los efectos de la reducción del sedentarismo en diferentes poblaciones clínicas.
La artritis reumatoide es una enfermedad inflamatoria autoinmune que afecta a las articulaciones sinoviales y provoca dolor, hinchazón e incapacidad física progresiva. Las personas con artritis reumatoide también suelen padecer hipertensión arterial, e investigaciones anteriores han demostrado que el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular es un 50 por ciento mayor en ellas que en la población general.
"Varios factores aumentan la presión arterial en estos pacientes, como la inflamación crónica, la falta de ejercicio, el efecto adverso de los fármacos utilizados para tratar la enfermedad sobre la función y la estructura de los vasos sanguíneos, y unas arterias menos elásticas que tienden a estrecharse. La tensión arterial puede ser elevada y variar más de lo normal durante el día incluso cuando la artritis está controlada. Para estos pacientes, debemos pensar en estrategias no farmacológicas que mejoren el control de la presión arterial", ha afirmado el último autor del artículo, Tiago Peçanha.
EL EJERCICIO FÍSICO MEJORA LA PRESIÓN ARTERIAL
Se sabe que el ejercicio físico es una de las mejores formas no farmacológicas de controlar la presión arterial. "Sin embargo, no sabemos exactamente qué ocurre en el caso de los pacientes con artritis reumatoide que tienen la tensión arterial elevada. El estrés mental y el dolor bien podrían elevar su presión arterial por encima de la elevación debida a la enfermedad autoinmune", ha afirmado Tatiane Almeida de Luna, primera autora del artículo.
"Los resultados de nuestro estudio fueron muy positivos. Refuerzan la importancia del ejercicio para el control cardiovascular y como forma complementaria de control de la presión arterial en estos pacientes", ha añadido Almeida de Luna.
Según Peçanha, los hallazgos pueden aplicarse a otras enfermedades inflamatorias autoinmunes, como el lupus, la artritis psoriásica, la miopía inflamatoria y el lupus juvenil. "La artritis reumatoide es un modelo de enfermedad inflamatoria que se asemeja a estas otras enfermedades, en las que la inflamación y sus consecuencias, como la elevación de la presión arterial, se producen de forma similar", ha asegurado el investigador.
PRESIÓN ARTERIAL SISTÓLICA
La tensión arterial alta, o hipertensión, es una enfermedad crónica definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como tensión arterial sistólica igual o superior a 140 mmHg y/o tensión arterial diastólica igual o superior a 90 mmHg. Los pacientes con artritis reumatoide tienden a tener una presión arterial sistólica elevada, la mayor de las dos cifras de una lectura, que representa la presión en las arterias cuando el corazón late y bombea sangre. Investigaciones anteriores muestran que la presión arterial sistólica no es la ideal (por debajo de 140 mmHg) en el 50 por ciento de estos pacientes, incluso mientras duermen y aun con tratamiento para la hipertensión.
Según los investigadores, la presión arterial aumenta en los pacientes con artritis reumatoide en respuesta al estrés mental, el esfuerzo físico y el dolor, lo que contribuye al elevado riesgo de complicaciones cardiovasculares de la enfermedad. Un estudio reciente del grupo descubrió que la presión arterial se elevaba en mujeres posmenopáusicas con artritis reumatoide como respuesta al ejercicio de las extremidades inferiores, y que una inflamación más grave provocaba una mayor elevación de la presión arterial.
REDUCCIÓN TEMPORAL
En el último estudio, los investigadores analizaron a 20 mujeres voluntarias con edades comprendidas entre los 20 y los 65 años y diagnosticadas de artritis reumatoide e hipertensión. Estaban recibiendo tratamiento para la artritis reumatoide en el Hospital das Clínicas (HC), el complejo hospitalario gestionado por la FM-USP.
Las mujeres en edad reproductiva se sometieron a las pruebas durante los siete primeros días de su ciclo menstrual (fase folicular). Todos los sujetos se sometieron a dos sesiones. En la primera se midió la presión arterial y la frecuencia cardiaca antes de la intervención, en reposo y en respuesta a distintos tipos de estrés.
En la segunda sesión, un grupo seleccionado al azar caminó a velocidad moderada en una cinta durante 30 minutos, mientras que un grupo de control permaneció de pie en la cinta durante 30 minutos sin realizar ningún ejercicio. A ambos grupos se les midió la tensión arterial antes y después de la sesión.
Tras las evaluaciones posteriores a la intervención, se colocó a los participantes un tensiómetro ambulatorio para realizar mediciones en tiempo real durante 24 horas. La presión arterial sistólica se mantuvo estable en las 20 mujeres antes e inmediatamente después de la sesión en la cinta rodante, pero fue más alta en las mediciones realizadas mientras descansaban. "Esto demuestra que el ejercicio evitó un aumento de la presión arterial", ha afirmado Peçanha.
La prueba de monitorización de 24 horas mostró que el ejercicio redujo la presión sistólica una media de 5 mmHg. "Esto concuerda con los resultados de los metaanálisis de este tipo de ejercicio para la población general. Esta reducción es significativa y se correlaciona con un 14 por ciento menos de riesgo de muerte por ictus, un 9 por ciento menos de riesgo de muerte por enfermedad arterial coronaria y un 7 por ciento menos de riesgo de muerte por todas las causas en personas con hipertensión", ha explicado.
"El efecto temporal de una sola sesión de ejercicio aeróbico es muy importante, ya que se espera que las reducciones agudas de la presión arterial en varios días consecutivos se acumulen y conduzcan a una reducción sostenida en el tiempo, contribuyendo a un mejor control de la hipertensión en la artritis reumatoide", concluye el investigador.