El profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Juli G. Pausas sostiene que "apagar todos los incendios no es buena opción" y añade que "hay que permitir que existan incendios pequeños para evitar los de grandes dimensiones". En este sentido, aboga por estimular la actividad agrícola, la ganadería, el pastoreo y generar quemas prescritas pequeñas para ayudar a reducir los grandes incendios forestales.
Esta es la tesis que Pausas --científico del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CSIC-UV-GVA)-- desarrolla en su libro 'Incendios forestales: Una introducción a la ecología del fuego', que este jueves se ha presentado en la Casa de la Ciència del CSIC en València.
La obra intenta explicar la relación entre el fuego y las plantas. Asímismo, desgrana cómo estas sobreviven y responden a los incendios; sobre todo, aquellas que habitan en zonas de quema recurrente. En este sentido, el autor ha hecho hincapié en la gestión de los incendios porque "hay muchos que son ecológicamente sostenibles", ha asegurado. "Los incendios no son siempre tan negativos como se dice, sino que existen unos regímenes de incendios a los que las plantas están adaptadas", ha puntualizado Pausas en declaraciones a Europa Press.
PARADOJA DE LA EXTINCIÓN
Unos de los grandes bloques de la obra es la paradoja de la extinción, es decir, la lógica antropocéntrica dice que, cuando comienza un incendio, hay que extinguirlo cuanto antes. Por su parte, el investigador ha argumentado que "no siempre eliminar un incendio es acertado". "Incendios ha habido siempre y seguirá habiéndolos porque es imposible acabar con todos, de modo que las políticas de tolerancia cero al fuego no son una solución, sino que pueden ser un agravante", ha declarado.
Por contra, Pausas, doctor en Biología por la Universidad de Barcelona, ha advertido que si se evitan los incendios, la biomasa se irá acumulando en el ecosistema y, cuando el fuego surja, ocasionará incendios de grandes dimensiones y elevada intensidad. El doctor es consciente de que asumir esta situación social y legalmente es complejo, "pero la ciencia avala que no es bueno apagar muchos incendios", ha explicado.
Otra de las acciones que se suelen llevar a cabo cuando una zona ha sido calcinada es plantar y repoblar los ejemplares quemados. De nuevo, el experto en ecología del fuego ha planteado un enfoque distinto: "Hay que estudiar cada caso concreto, pero lo primero que se debe hacer es esperar y ver si el ecosistema es capaz de regenerarse por sí mismo, y después actuar si es necesario". Existen ejemplos de territorios quemados que se regeneran muy bien, con casos de floraciones masivas siete meses después del incendio.
INCENDIOS EN EL MEDITERRÁNEO
En la zona del Mediterráneo siempre ha habido un número elevado de incendios, ya que "acabar con ellos no se puede acabar porque los incendios en lugares que hay vegetación y hay sequía no pueden desaparecer", ha incidido Pausas. "Eso es imposible y, además, contraproducente", ha aseverado el investigador.
En esta línea, la hipótesis que defiende Pausas es la inversa: "Lo que se tiene que generar son esos incendios y no considerarlos siempre negativamente. Hay una visión positiva de estos incendios y es que su tarea es reducir el combustible y generar cortafuegos de manera natural", ha apostillado el doctor.
Por otra parte, aquellos incendios que abarcan muchas hectáreas (30.000-50.000) son producto de que no se han generado dichos mosaicos de vegetación o se han destruido los que había antiguamente. "El abandono rural ha hecho que esa heterogeneidad del paisaje se haya convertido en muy homogénea y, si hay una chispa, olas de calor, o mucha sequía, se extienden con más facilidad", ha sostenido Pausas.
Entonces, la manera de evitarlo es generando mosaicos --estimulando la actividad agrícola, de los ganaderos, de los pastores, "aunque eso es muy difícil, ha advertido el investigador-- o estimulando incendios o quemas prescritas en diferentes puntos estratégicos para que cuando haya un incendio sea de la extensión menor posible.
CAMBIO CLIMÁTICO Y SEQUÍA
Antiguamente, el tipo de incendio que había antes de los años 70 --"cuando había muy pocos incendios", ha recordado-- "no se debían al cambio climático, sino al cambio en el paisaje", ha expuesto Pausas. El abandono rural y la homogeneidad del paisaje son las principales causas del incremento de los incendios.
Asímismo, el doctor ha recalcado que "una vez ya tenemos el paisaje lleno de vegetación, el cambio climático sí afecta a los incendios". Entonces, cuanto más seco sea el terreno y más olas de calor haya, habrá más probabilidad de incendios más grandes.
Pausas se ha lamentado que "estamos siendo espectadores de un incremento del número, tamaño e intensidad de incendios en muchas regiones del mundo".
Si el fuego no se puede extinguir por completo, el clima cada vez es más cálido y seco y la población va en aumento, "¿qué medidas se pueden adoptar para gestionar los incendios de forma sostenible?", se ha preguntado el investigador.
Además de aceptar una cantidad pequeña de incendios, una de las claves que propone el doctor se centra en una "mejor planificación urbana". Igual que se admite que no es apropiado construir viviendas o infraestructuras en conos volcánicos o en zonas inundables, "sería deseable limitar la expansión de urbanizaciones y polígonos industriales en ubicaciones rurales y naturales en paisajes inflamables, ha expuesto.
"Una planificación que considere el riesgo de incendios reduciría el impacto económico y social de estos y sería mucho más eficiente a la hora de proteger infraestructuras y vidas humanas", ha apostillado Pausas.
En esta línea, el investigador no se ha olvidado de que es "esencial hacer pedagogía" en la sociedad para comprender que los incendios cumplen su función dentro del ecosistema. "El fuego no lo arrasa todo, tal y como se oye a menudo en los medios", ha afirmado el autor.
Por último, el científico ha planteado ver los incendios como una oportunidad, ya que, en muchos casos, los ecosistemas que arden son un legado de la gestión forestal del siglo pasado. "En numerosos países mediterráneos abundan poblaciones densas y jóvenes de pinos, menudo en bancales y sin gestión alguna. Estos pinares son el pasto de las llamas de siglo XXI y su quema nos da la oportunidad de repensar qué es lo que queremos en esa zonas", ha advertido Pausas.