Investigadores del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) han publicado una investigación en la revista científica 'Science of the Total Environment' en el que han analizado la potencial capacidad neurotóxica y de disrupción endocrina de los nanoplásticos en embriones de peces cebra.
Según sus hallazgos, la investigación arroja "cierta luz" sobre cómo los nanoplásticos pueden penetrar y acumularse en distintos órganos, y cómo su presencia podría llegar a tener efectos sobre la salud a nivel de comportamiento, de alteraciones genéticas relacionadas con el eje hipotálamo-hipófisis-tiroides y del sistema glucocorticoide, que podría afectar el desarrollo temprano del cerebro.
Los embriones de peces cebra representan una "excelente opción" para el estudio de los efectos tóxicos y su posible implicación en enfermedades humanas, como modelos alternativos a la clásica experimentación animal.
Los mecanismos de toxicidad de los nanoplásticos son aún desconocidos en gran medida. El embrión de pez cebra ('Danio rerio') plantea un modelo 'in vivo' "ideal" para investigarlos en el laboratorio, ya que este pez "tiene muchas ventajas para la investigación toxicológica, entre ellas la transparencia de su embrión y un genoma completamente secuenciado, que comparte el 84% de los genes implicados en enfermedades humanas".
"Además, se ha convertido en un excelente modelo para la investigación de la neurotoxicidad porque conserva sistemas neurológicos muy similares a los de los mamíferos", detallan estos investigadores del ISCIII.
Las partículas de nanoplásticos están cada vez más presentes a nuestro alrededor, en entornos como el aire, los océanos, o en animales como crustáceos y peces. Se generan, en su mayor parte, por la descomposición de la basura plástica generada por los seres humanos, que pueden estar expuestos a estos nanoplásticos de diferentes formas, por ejemplo a través del consumo de agua y alimentos contaminados, o por contacto dérmico en el caso de algunos materiales empleados en cosméticos.
Los nanoplásticos se consideran contaminantes emergentes y los investigadores consideran "de vital importancia" investigar sus posibles efectos adversos, tanto en humanos como en el medio ambiente. Estos posibles efectos adversos dependen de factores como el nivel y tiempo de exposición o los niveles de concentración.
Uno de los líderes del trabajo, el doctor Antonio de la Vieja, de la Unidad Funcional de investigación en Enfermedades Crónicas (UFIEC) del ISCIII, explica que para la realización de este estudio se han utilizado concentraciones de nanoplásticos similares a las encontradas en ecosistemas acuáticos como mares, lagos y ríos.
Así, este estudio confirma la necesidad de "seguir comprendiendo los conocimientos moleculares que permitan entender los posibles efectos sobre la salud humana y medioambiental que puedan llegar a tener los nanoplásticos, y al establecimiento de estrategias que permitan prevenir posibles futuros efectos tóxicos indeseables asociados a un potencial aumento de enfermedades emergentes en los sistemas sanitarios".
La investigación es un trabajo conjunto entre el Centro Nacional de Sanidad Ambiental (CNSA) del ISCIII y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), se ha realizado en el marco del Instituto Mixto de Investigación (IMIENS) del ISCIII y ha contado con la colaboración de la UFIEC.
El trabajo está liderado por los doctores Ana Cañas, directora del CNSA, y Antonio de la Vieja, de la UFIEC; y cuenta con la participación de Mónica Torres-Ruiz, Mercedes de Alba González y Mª Carmen González, del CNSA-ISCIII; y de Mónica Morales y Raquel Martin-Folgar, del Grupo de Biología y Toxicología Ambiental de la UNED.