viernes. 22.11.2024

Las tropas rusas han destrozado un centro médico pediátrico en Mariúpol, la ciudad portuaria de Donetsk, que permanece bajo el control de Rusia.

"Rusos, no solo habéis cruzado la línea de lo que es aceptable en las relaciones entre Estados y pueblos, sino que habéis cruzado la línea de la humanidad. Las fuerzas de ocupación rusas lanzaron varias bombas sobre el hospital infantil. La destrucción es colosal", ha criticado Pavlo Kirilenko, de la administración militar regional de Donetsk.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha exigido que la comunidad internacional ayude a parar a Moscú: "Ataque directo de las tropas rusas al hospital de maternidad. Hay personas, niños bajo los escombros. ¡Atrocidad!. ¿Cuánto tiempo más será el mundo cómplice ignorando este terror?. Cierren el espacio aéreo ya. Paren los asesinatos. Tienen el poder, pero parece que han perdido la humanidad", ha subrayado el dirigente.

El Kremlin ha cortado las comunicaciones, las infraestructuras civiles están destruidas y los ciudadanos pasan hambre y frío; la nueva realidad que impera en Ucrania desde el pasado 24 de febrero, cuando comenzó el ataque de Vladímir Putin. Varios alcaldes del país han reconocido que los militares rusos "disparan sin siquiera mirar a quién."

La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas ha confirmado que 516 ucranianos han muerto desde que comenzó la ofensiva rusa, entre ellos 23 niños. Además, otras 908 personas han resultado heridas. La institución ha detallado que esta cifra corresponde a los fallecimientos que se han podido verificar, pero ha matizado que el número de muertos real es "considerablemente más alto."

Solo en Mariúpol, cerca de 1.300 habitantes han perdido la vida en los últimos días por bombardeos, según los datos del vicealcalde, Piotr Andriúschenko. El genocidio por parte de la Federación Rusa no es un fantasma: "Ya no ocultan su objetivo de destruir totalmente la ciudad", ha añadido.

Rusia bombardea un hospital infantil en Mariúpol: Putin sin piedad