No hay nada más beneficioso para nuestra piel que mantenerla hidratarla en profundidad y protegida del impacto del sol durante todo el año. Estos simples gestos pueden hacer muchísimo por su salud y evitar a la vez un envejecimiento prematuro, así como la aparición de manchas y lesiones que, en los casos más graves, pueden acabar desembocando en un cáncer de piel. Además, un bronceado sano, adquirido de forma gradual y sin excesos, será mucho más bonito y duradero que el provocado por sobreexposiciones al sol. Si ya es demasiado tarde, toma nota de estos consejos para cuidar la piel quemada por el sol.
Cómo cuidar la piel quemada por el sol
A todos nos ha ocurrido alguna vez: se nos olvida la crema solar en casa, utilizamos un producto en mal estado, aplicamos una loción con escasa capacidad de protección o bien no repetimos tantas veces como sería necesario para evitar daños solares en la piel. En ocasiones pasamos largas jornadas en la playa sin que nuestra piel haya podido acostumbrarse gradualmente al impacto de la luz solar y a veces somos tan temerarios que elegimos conscientemente no utilizar factor solar.
El resultado es siempre el mismo: lesiones en la piel, sensación de rojez y de calor, inflamación y dolor al tocarla... y el consecuente 'pelado', que es el signo más claro de que hemos hecho las cosas mal. En definitiva, la prisa por obtener un bonito bronceado acaba desembocando en todo lo contrario: un moreno irregular que irá dejando al descubierto capas de piel nuevas y que lucirá apagado precisamente porque habremos quemado, literalmente, ciertas capas de nuestra piel.
Afortunadamente, existen pequeños remedios que pueden ayudar a reducir los daños provocados por una sobreexposición al sol. Casi todos tienen que ver con una profunda hidratación y con una nutrición que incida en el consumo de antioxidantes. También tendremos que exfoliar suavemente nuestra piel cuando lo peor haya pasado y comience a aparecer la piel muerta.
Así, el primer paso es el control de daños: los productos con base de avena pueden ayudarte en un primer momento a desinflamar las zonas quemadas. De hecho, existen marcas comerciales que la utilizan para tratar eczemas. Puedes utilizar la avena y la harina de avena como ingrediente para mascarillas, o bien agregarlas a un baño de agua fría: el efecto conjunto del agua fresca y la avena te ayudarán a relajar las zonas lesionadas y a hidratarlas. Incluso es posible usar cremas antiinflamatorias y otros productos específicos para tratar las quemaduras por el sol. Tomar un antiinflamatorio por vía oral, como el ibuprofeno, también puede ser conveniente.
Las lociones after sun son también grandes aliadas: suelen contener los nutrientes necesarios para equilibrar la balanza de tu piel, calmarla, hidratarla y evitar o reducir el efecto lesivo del sol. Además, las hay específicas para casos extremos. Sin embargo, y aunque estos productos pueden ayudarte, jamás dejes de lado el poder del agua: bebe más de lo habitual y consume más frutas y verduras (sobre todo aquellas con poder antioxidante y regeneran), ya que te ayudarán a nutrirte por dentro y a mantener tu piel más elástica, recuperándola antes de sus lesiones. Usar paños de agua fría también puede ayudar tanto a desinflamar como a hidratar.
Por otro lado, el aloe vera es, sin duda, uno de los productos estrella para reparar el daño provocado por el sol. No solo es profundamente hidratante sino que también nos calma y nos ayuda a regenerar la piel. Tanto es así que existen infinidad de cremas y otros productos que utilizan la pulpa de esta planta. También puedes aplicarla directamente en tu piel o añadirla a tu crema hidratante habitual, elaborar mascarillas naturales... pero ten en cuenta que jamás debes usarla sobre una lesión abierta, ya que puede provocar reacciones alérgicas.
En cuanto a la exfoliación, comienza una vez que la inflamación haya desaparecido y que las lesiones sean estables, cuando comience a manifestarse la piel muerta tan característica de una sobreexposición solar. Opta por un exfoliante muy suave y ten en cuenta el estado delicado de tu piel: los expertos suelen recomendar elegir productos naturales, sin aditivos y muy respetuosos con tu piel, de grano muy fino y sin químicos. Por ejemplo, puedes utilizar harina de avena en este proceso, mezclándola con algún producto calmante e hidratante, como la miel o el aceite de oliva. También puedes combinarla con tu crema hidratante habitual.
Además, la hidratación tras la exfoliación es clave. Del mismo modo, evita retirar por ti mismo pellejos y capas de piel muerta tirando de ellos, ya que podrías llevarte también piel sana y provocar lesiones e infecciones.
Un consejo extra: si experimentas síntomas como ampollas en la piel, fiebre, deshidratación, vómitos y dolores severos, lo mejor es que acudas a un médico: en ocasiones es necesaria incluso la hospitalización para recibir líquidos por vía intravenosa y controlar el dolor intenso.