Vanesa empezó el año 2020 queriendo comerse el mundo. Estaba dispuesta a cumplir su sueño de montar una tienda de ropa con su propia línea. Le apoyaría su marido Rubén, médico de familia que no tenía mucho trabajo, lo que hacia que tuviera tiempo libre para pasarlo con Vanesa y poder conocer el mundo junto a ella. Como objetivo en este año, se pusieron manos a la obra con la tienda. Vanesa ya tenía los diseños y la distribuidora, le quedaba nada más que el local y abrir.
El 8 de marzo la pareja lo hablaba junto a sus amigas en la manifestación a la altura de Gran Vía. Ya tenía el local listo y en unos días ya abrirían y empezaría un año duro pero valioso, ya habían empezado a construir su sueño. Vanesa nunca se hubiera imaginado como iban a cambiar tanto las cosas en tan poco tiempo. 14 de marzo: el gobierno de España decreta el estado de alarma y obliga a la población a quedarse recluidos en casa hasta nuevo aviso. Justo al día siguiente Vanesa inauguraba su tienda, perdió su momento de poder celebrar un primer día espectacular. Rubén también se vería afectado, aun teniendo el mismo sueldo, doblaba sus horas ante el incremento de enfermos en los hospitales. Mientras Vanesa limpiaba hasta la última casa de las arañas y les daba caza, Rubén pasaba sus horas limpiando enfermos, decidiendo casi en minutos quien vivía y quien moría.
En este tiempo, la gente salía a sus balcones a las 20:00 a aplaudir la labor de los sanitarios. Vanesa empezaba cinco minutos antes y se quedaba en el balcón hasta que veía a Rubén llegar a casa a las 20:10. Otras noches en las que Rubén no llegaba pronto, Vanesa le esperaba en casa, preparada para abrazarle aunque tenía que esperar a que se desinfectara cada día. Pasados unos meses, empezó la desescalada para que la gente pudiera empezar a salir a la calle. A Vanesa las paredes se le hacían más pequeñas y salió a hacer deporte. No lo había hecho desde el colegio, pero era la escusa para poder salir y respirar aire que no entrara por su propia terraza. Pasados casi un mes ya podía abrir la tienda, aunque estaría muy limitado. Con cita previa y con un máximo de 2 personas dentro del local. En cuanto pudo salir, adaptó su tienda a la pandemia: puestos de gel, desinfección y limpieza de todas las superficies y objetos. No pudo tener su extravagante apertura pero ya podía abrir, necesitaba una fuente de ingresos ya que las facturas no paraban de llegar.
Poca gente conocía la tienda pero al menos tenían el sueldo de Rubén. Podían permitirse seguir soñando, los únicos gastos que tenían eran facturas y manutención. El verano ya llegó y con ello, la nueva temporada de ropa. Si ya de por si, un primer año de un negocio es duro, añadir una pandemia y será aun peor. Más del 75% del género no se vendió y Vanesa se vio obligada a reducir el precio y hacer sus primeras rebajas para poder llegar al mínimo nivel de perdidas. Las ganancias no estaban en el horizonte hasta que la situación no cambiase. Diseñó nueva ropa y la puso a la venta. Ya tenía una mínima clientela y la gente que como Vanesa había salido a pasear o a hacer deporte, empezaron a conocer la tienda de tantas pasadas en sus rutas. Empezaba a verse luz al final del túnel.
Un día como los anteriores, se levantó la pareja a la misma hora. Ambos iban a trabajar a la vez por lo que desayunaron juntos. Se despidieron con una pequeña conversación sobre a quien le tocaba hacer la cena ese día. Si hubieran sabido que esa sería su última conversación en persona ¿Crees que habrían hablado de otra cosa? Un error en la limpieza de la sala del hospital hizo que Rubén tuviera contacto directo con artilugios infectados por el virus. A los dos días salieron los resultados, era positivo. Consiguió que sus compañeros le dejaran tener conversaciones por videollamada con Vanesa pero le acabaron trasladando a la UCI y no pudieron seguir hablando. Vanesa no tenía noticias del Rubén. Un día recibió una llamada, le comunicaron el fallecimiento de su marido, que no superó el virus en la UCI. Vanesa no pudo ni montarle un entierro, le entregaron una urna con cenizas dentro sin nombre. Se supone que eran las de Rubén. Viendo su situación, Vanesa carecía de ingresos, Ya se planteaba bajar a la asociación de vecinos para poder conseguir algo de comida que llevarse a la boca. Tras hacer liquidación en su tienda, acabó con todas sus existencias y la tienda no llego a tener un mes en positivo. Vanesa tuvo que cerrar la tienda y darse de baja como autónomo para así tener más dinero y no centrarse en un pozo de dinero sin fondo.
Empezó el mes de noviembre y bajó a por comida pero se acabaron las existencias en la asociación. Se fue al supermercado y solo compro un par de cosas: pan, fideos, pasta y tomate. Fue a pagar la compra ya rezando por que la tarjeta funcionara. Y lo hizo. La tarjeta tenía dinero suficiente para pagar la compra. Al llegar a casa, Vanesa se metió en Internet y vio su cuenta bancaria. Esa misma mañana había cobrado el sueldo de Rubén. ¿Cómo podía ser posible? Su marido obviamente ya no trabajaba, es imposible cobrar el sueldo si has fallecido. Vanesa se lo preguntó por primera vez ¿Y si Rubén no está muerto? Llamó al hospital y la contestación fue que aquellos pacientes ingresados en la UCI no podían dar datos ya que había mucha afluencia de gente, que la llamarían con las próximas novedades.
Cercanos a las fechas de Navidad, Vanesa recibió otra llamada: era Rubén. Había salido de la UCI y en unos días podría estar dado de alta. Entre lagrimas de felicidad, Vanesa decidió ir al hospital para buscar a su marido. En cuanto le vio en la habitación sus primeras palabras fueron: “Por este mal susto te toca hacer la cena”. Rubén le contestó: “Yo también te he echado de menos cariño”.
Fueron a su casa pasados unos días, dejaron las cenizas en el hospital y salieron abrazados como si de una piscina de pegamento hubieran salido . Juntos celebraron las fiestas de Navidad en su casa, los dos solos,como si fuera desde su primera cita hasta la última todas juntas en una. No quisieron visitar a la familia por riesgo a contagios y por tener más tiempo con el otro, aprovechar el tiempo que se perdió en el camino. Tomándose las uvas en nochevieja se cumplieron una promesa mutuamente: “Para este año nuevo 2021, solo tendremos un objetivo: sobrevivir”. Y hasta el día de hoy siguen luchando juntos por no perderse ningún momento del otro y esperando a que se acabe esta maldita situación.
Ha pasado ya un año desde el comienzo de esta historia, como muchas otras. Desde el comienzo de la pandemia han pasado tantas cosas diferentes en cada casa del mundo que nos faltaría espacio en Internet para poder contar todas. Llevamos un año luchando no solo contra el maldito virus, sino contra nosotros mismos. Nos ha hecho ver quienes somos, que queremos y lo que de verdad nos importa. Nos ha acercado a los que creíamos alejados, nos ha alejado de aquello que creíamos cercano. Tan sencillo como que cierren todos los locales de tu barrio, tan difícil como ver a un familiar o allegado sufriendo las consecuencias de lo sufrido en este año. Demostremos que no tropezaremos con la misma piedra y que saldremos adelante más fuertes de como lo empezamos. No estamos solos, estamos todos juntos.
#ExtremaLaPrecaución