Me encanta la ciencia ficción. No sé exactamente cuando fue la primera vez que vi una película de Star Wars, pero sí recuerdo que mis padres me la pusieron en la tele hace ya muchos años y que en cuanto vi una espada láser y una nave espacial algo en mi cabeza hizo clic. El concepto de viajar por el espacio y de vivir aventuras recorriendo otros planetas fue algo de lo que me enamoré al instante. Ese amor, más que diluirse como tantas otras cosas de la niñez, fue creciendo y creciendo hasta el punto en el que me he visto todas las películas de la saga más veces de las que a veces me gustaría admitir.
Tras las películas de Star Wars, y las incontables horas de juego dentro de este universo, llegaron a mi vida muchas más historias de ciencia ficción. "Alien", "Star Trek" y "Blade Runner" entrarían por mis ojos con la misma fuerza, mientras yo veía maravillado todos los elementos visuales y sonoros de esas películas. Rápidamente términos tan específicos como "cyberpunk" estaban tan integrados en mi mente que me pasaba horas escribiendo o imaginando cómo sería vivir en esos mundos, con esos colores tan vivos y esas atmósferas tan magnéticas.
Seguramente estéis un poco confusos, pensando: "este tío iba a hablar de Dune y me está aquí contando su vida que me da igual". Bueno, no os falta razón. Pero quería entrar en materia de esta forma porque con Dune he tenido esa misma sensación. Esa que se tiene cuando todo es tan novedoso e impactante que las imágenes se te quedan en la retina y pierdes momentos pensando en cómo sería estar dentro de la historia. Esa tristeza que te invade cuando acabe la película y tú solo quieres seguir inmerso en su mundo, deseoso por saber cómo continúa la historia. Ese rostro de sorpresa cuando una nave espacial aparece sola, flotando en el espacio, como un gran monumento a la imaginación. En definitiva, ese amor infantil que se tiene cuando algo te gusta tanto que ni siquiera encuentras explicación.
Para mí Dune ha supuesto todo esto por una gran variedad de razones que ahora os voy a explicar todo lo objetivamente que pueda. Pero antes de ello, quiero aclarar una cosa. No escribo esto para convenceros de ir a verla, igual que es probable que vayáis a verla y no os guste. Lo digo porque si no os gusta la ciencia ficción seguro no os va a gustar, y luego no quiero que me digáis: "Es que fui a verla por lo que escribiste y no me gusto" o "Es que se me hizo aburrida". Si Star Wars te da igual pues mira, igual ver Dune no es la mejor idea de tu vida. Además, el arte es subjetivo y lo que me gusta a mí no tiene que gustarte a ti.
Sea como fuera, voy a daros mis motivos para afirmar que Dune es la mejor peli sci-fi de los últimos tiempos:
- El argumento: A pesar de que algunos estáis esperando que os ponga ahora una foto de Timothée Chalamet y de Zendaya, lo cierto es que el argumento de Dune es bueno. Muy bueno, de hecho. Es refrescante ver una película de ciencia ficción cuyo argumento no es un refrito de otras películas (sí, lo digo por Star Wars, estoy enamorado de la saga pero la última trilogía no te cuenta nada). Es lenta cuando debe serlo, presenta a los personajes y sus motivaciones con calma y sin prisas, y acelera cuando es necesario acelerar. Si algún amigo vuestro os dice que es pesada puede tener su parte de razón, pero también os digo que si la película fuera más rápida muchas cuestiones se quedarían a medio resolver.
- El reparto: Aquí sí vamos a hablar de Timothée. Y de Zendaya. Y de Oscar Isaac y Stellar Skarsgard. Hay muchos, muchos nombres conocidos en Dune, y todos cumplen al pie de la letra con su función. Además, cada personaje principal (que hay muchos) tiene su momento para brillar, para dejar huella en nuestro cerebro y para que entendamos realmente su razón de ser y sus motivaciones. Además de los ya mencionados el reparto cuenta con pesos pesados como Javier Bardem, Josh Brolin o Jason Momoa. Sin embargo, el papelón de la película lo hace sin dudas Rebecca Ferguson. A lo largo de toda la cinta puedes ver de forma transparente su miedo a la destrucción, su pesar por los eventos de la peli o su instinto maternal por su hijo, que se torna en admiración (y miedo) conforme avanzan los minutos.
- La ambientación: Quizás este sea el mayor punto fuerte de Dune y de su director, Dennis Villeneuve. Visualmente Dune es... Apabullante. Majestuosa cuando debe serlo, con enormes planos que te hacen sentirte muy pequeño, y asombrosamente íntima y minúscula cuando el relato lo pide. La mezcla de paisajes y de elementos visuales es un verdadero festival visual, que en más de una escena te deja, simplemente, con la boca abierta de par en par.
- La música: El último, pero no menos importante elemento de Dune. Si fuera un articulista mediocre me limitaría a poner "Hans Zimmer", y ya con eso tendría el trabajo hecho. Pero yo sé que esperáis un poco más de mí (o igual no y resulta que todo es un sueño de Resines). De un modo u otro, la música de Dune es tan importante para la cinta como su ambientación, y tiene el mismo nivel de calidad y grandiosidad. Los sonidos estridentes y tribales se mezclan con coros abstractos y directos que muchas veces avisan de lo que están por venir, al tiempo que dan pistas sobre cuáles son los mensajes más importantes de la cinta. Un ejemplo perfecto es el monólogo casi errático de Paul Atreides en la tienda de campaña, donde la música golpea con tanta fuerza que lo que es una visión del protagonista adquiere un tono verdaderamente profético.
- Los gusanos de arena: El último elemento que voy a destacar de Dune. Aquí sí que me voy a limitar a deciros que hasta que no la veáis no lo vais a entender perfectamente así que... Ya sabéis.
Como habéis podido apreciar, Dune es una película digna de, por lo menos, darle una oportunidad. Y yo soy un pesado, ya lo sé. Pero como llevo unos días sin escribir nada pues aquí os regalo esto. Si os da por ir a ver esta cinta y os gusta, no dudéis en avisarme para hablar de la misma. Y si no os gusta pues... Bueno, os podéis quejar y decir que mi gusto en películas es horrible. Qué os voy a contar que no sepáis ya chicos.