En Madrid se ha instalado definitivamente el mal tiempo y los días perros. Desde hace casi cinco días el tono dorado de las mañanas ha dicho adiós hasta el año que viene para traernos, más tarde que de costumbre, ese color grisáceo tan común de los días de invierno. Ese color que, incluso en los días de sol de diciembre y enero, ocupa un segundo plano y que dota al conjunto de un aire nostálgico y casi depresivo.
El tono de estos días refleja mucho el tema del que me dispongo a opinar. Porque sí, opino, y no me preocupa que otra persona esté en desacuerdo conmigo. El progreso humano se basa en la discusión y posterior colaboración, y no en la persuasión y el control de masas en el que está sumido nuestro país, pero eso es otra historia. Volviendo a estos días perros, decía que reflejan mucho el tema del que voy a hablar porque el paro juvenil y las perspectivas de futuro de mi generación tienen el mismo color que un sol de diciembre. Dorado de entrada, y gris de salida. Nostálgico en un primer momento cuando piensas en los sueños que tenías hace diez años, y depresivo cuando ves la realidad y cometes el error de pensar en el futuro que te espera.
A pesar de que una parte de mí quiere ponerse totalmente subjetiva y quejarse y lapidar a los muchos culpables que nos han llevado a mí y a la gente de edad a esta situación, he decidido modularme e intentar hacer un artículo de opinión que sea, en la medida de lo posible, objetivo. A pesar de que, por regla general, estos dos conceptos son totalmente antagónicos.
Me gustaría empezar a hablar del paro juvenil lanzando una pregunta: ¿Cómo hemos llegado a esto?
He escuchado muchísimas más respuestas de las que yo mismo soy capaz de articular a esta pregunta a lo largo de mis últimos años como estudiante.
Gente mayor que yo recita como una letanía la frase "vosotros teníais más oportunidades que nosotros", afirmando de forma indirecta que la educación superior no debería ser accesible para todos nosotros. No es mala respuesta, pero el propio progreso incluye dentro de su imaginario la igualdad de oportunidades para todos, lo que elimina esta respuesta como válida. Hay algunos que no toman este camino, como mi muy querido padre, que a veces me ha contestado con pena y hasta con culpa que "os hemos malcriado y os hemos puesto las cosas muy fáciles". Es cierto que su generación tuvo las cosas más complicadas que nosotros, pero también sé que aunque ahora ir a la Universidad es relativamente sencillo las cosas siguen sin ser gratis, y que tanto yo como mis compañeros hemos trabajado tanto en verano como en medio del curso. Por lo que esa respuesta tampoco me parece válida al 100%.
Por otro lado, cuando hablamos mis amigos y yo del tema (tengo 24 años, creo que es necesario mencionar mi edad), la conversación siempre se basa en echarle la culpa a algún elemento: el sistema, el gobierno, las empresas... Pero esto tampoco me satisface, porque pese a todo hay muchos egresados de la Universidad que no ponen en práctica lo que han aprendido, se venden a la primera empresa que les paga y entran en un conformismo del que no hay escapatoria posible. Y sé que algunos leerán esto y se justificarán con frases como "es que yo si no trabajo no como", "es que yo ya tengo todo lo que quiero" o "es que mi vida ya está hecha". Sinceramente, si tienes mi edad y crees que ya has vivido todo salvo el formar una familia y ese tipo de cosas, creo que tu amplitud de miras es muy, muy reducida. Además, hay mucha gente que trabaja y sigue estudiando, perdiendo mucho tiempo que debería ser libre para ellos. Por lo tanto, echar las culpas o justificarte en ti mismo son respuestas erróneas también.
En mi opinión, la respuesta a esta pregunta es, a la vez, una fusión de todas las anteriores y a la vez ninguna de ellas. Estamos en esta situación porque hay mucha gente graduada, mucha sobrecualificación, pero también porque los esfuerzos de este país no se han centrado en permitir a los jóvenes entrar al mercado laboral ni en fomentar el progreso o el emprendimiento.
Estamos en esta situación porque las empresas piden una experiencia laboral a gente que ha salido de la Universidad que nunca tiene y que puede tardar años en lograr, pero también porque a las empresas les funciona mejor ir recogiendo a jóvenes con contratos de prácticas, pagar menos unos meses y luego echarlos, haciendo funcionar una rueda que no para de girar y que nadie tiene ganas de parar.
Y estamos en esta situación porque muchos hemos vivido con pocas preocupaciones, disfrutando de la vida y sin pensar seriamente en el futuro; pero también porque la generación que nos precede nos mira en ocasiones de un modo paternalista, dudando de nuestras capacidades por x o por y y prefiriendo subir la edad de jubilación hasta los 100 años en lugar de asumir que, algún día, ya no estarán. En su caso esta transición fue más sencilla, porque la dictadura implicó el fin de los estudios para muchas personas y su fin propició la entrada de una educación más accesible, que aumentó el nivel intelectual de los jóvenes y aceleró rápidamente la transición entre una generación y otra.
Pero, como he dicho antes, no quiero basar este artículo en culpas hacia unos y otros. Cuando un país está como está el nuestro y tu justificación es echarle la culpa solo a un sector de la sociedad, lo que estás haciendo es equivocarte, mentirte a ti mismo y, de paso, intentar manipular a los demás. Yo mismo he mencionado en otros artículos que no he sido un estudiante modelo, es más, podría decir que he sido y soy un joven fácil de calificar como "díscolo". Pero aún con todo, he finalizado mis estudios con una nota decente, he hecho más prácticas de las que necesitaba, y sin embargo sigo chocando con el muro de la inexperiencia y la ausencia de ofertas. "Nadie nace sabiendo" es una frase que he escuchado toda la vida pero que ahora mismo, para mí, ha perdido todo su valor.
La conclusión a la que me gustaría llegar es que, como he dicho antes, una parte de mí tiene mucha rabia. Rabia porque nadie quiere enseñar a los jóvenes, nadie quiere darles trabajo, pero luego cuando hablan contigo "te entienden", y te dicen que "todo llegará". Lo siento, pero a mí lo único que me llega es un bono cultural que, honestamente, no pienso pedir. Porque yo no quiero que me des una paguita para ir al cine con mis amigos, ni quiero tener que rebotar entre trabajos mal pagados durante los próximos cinco años solo por mi edad. Yo quiero que me des una oportunidad y un trabajo que, aunque no sea el mejor trabajo de mi vida, me permita demostrar lo que valgo y me dé dinero para poder irme de casa, vivir mi vida y de paso permitir a mis padres el dejar de mantenerme y mantenerse ellos, que se lo han ganado.