Contrario a lo que muchos piensan, es posible hacer ejercicio en los meses de verano, aunque se tengan que realizar ciertos cambios en la rutina. Si se tiene la costumbre de realizar actividad física diaria es muy importante no abandonarla de golpe. Las consecuencias dependerán del tiempo que se deje de lado el ejercicio. Después de una semana de descanso las fibras musculares empiezan a debilitarse y comienza la retención de líquidos, aunque la forma física puede recuperarse fácilmente volviendo a la actividad. Por el contrario, si pasan dos semanas sin que se practique deporte o actividad frecuente, la forma física se debilita y la resistencia cardiovascular empieza a disminuir notablemente. En ese caso, volver a ejercitarse puede suponer un esfuerzo mayor.
Por ello es muy recomendable seguir activo durante las vacaciones de verano, aunque es importante seguir una serie de consejos para evitar riesgos.
La hidratación es lo más importante
Hidratarse mientras se hace ejercicio es siempre importante, y en los meses de calor se debe tener más en cuenta aún. Hay que beber más agua de la que se pierde si se quiere evitar la deshidratación. Se recomienda dar sorbos cortos de agua (o cualquier bebida con sales) durante la sesión de deporte.
Las horas de más calor son las enemigas
En los meses de verano, especialmente si se entrena al aire libre, hay que evitar las horas de temperaturas más altas y de máxima exposición al sol. Se recomienda entrenar entre las 7 y las 10 de la mañana o entre las 19 y las 22 de la noche. De todas formas, hay que tener en cuenta que si se practica ejercicio físico en las últimas horas del día se corre el riesgo de dormir mal, puesto que la actividad física puede sobre activar el sistema nervioso simpático.
No a entrenar después de grandes ingestas; sí a comer bien
Las comidas coinciden con las horas de máximas temperaturas, por lo que es recomendable evitar esa franja horaria para entrenar y no hacerlo después de una comilona o de haber bebido alcohol. Se recomienda esperar unas 3 horas y así también hacer la digestión. De todas formas, hay que evitar entrenar sin haber desayunado o saltándose comidas. Lo mejor que se puede hacer es elegir alimentos saludables de fácil digestión.
Sin repeticiones
Hay que evitar ejercitarse de la misma manera cada día. Lo idóneo es combinar e intercalar ejercicio cardiovascular con ejercicios de fuerza. Practicar natación en la playa o en la piscina también es una buena opción.
Se puede seguir entrenando la fuerza
Hay muchas alternativas al trabajo con peso, como podrían ser la calistenia, ejercicios con el propio peso o trabajo de gomas.
Correr por la playa tiene sus riesgos
Siempre es buen momento para aficionarse al running, y la idea de correr por la playa puede ser muy atractiva, pero hay que tener cuidado con la arena. Si se está empezando a correr, hacerlo en la arena de la playa es un error. La pisada es muy diferente a la del asfalto o suelo de la calle, por lo que hay que tomarlo con calma y de una forma progresiva. Una buena alternativa es empezar corriendo a intervalos por la arena o tierra de parques hasta ganar cierta resistencia. También hay que prestar mucha atención a ciertos dolores que puedan aparecer, pues muchas veces estos indican la mala realización del ejercicio.
Elegir bien la ropa
La ropa con la que se realice la actividad física debe ser cómoda, transpirable y fresca.
La importancia del descanso
Descansar entre entrenamientos y no exigirse de más son las claves más importantes si se quiere obtener buenos resultados. Hay que tener en cuenta que aunque se mantenga la actividad física en verano, es muy probable que no se lleve a cabo la misma rutina que durante el resto del año.