No importaba el juego, no importaba las formas, lo único que importaba era ganar. Esa era la mentalidad con la que el F.C Barcelona llegaba a lo que sería una final a vida o muerte, que depararía su devenir en Champions, pudiendo complicarse su clasificación si conseguían un resultado que no fuera la victoria.
Los de Sergi Barjuán necesitaban los tres puntos para depender de sí mismos y pasar como segundos de grupo por delante del Benfica. Lenglet fue la novedad, sustituyó al lesionado Piqué como central, mientras que Dembelé y Araujo volvían a la convocatoria después de un largo periodo de lesión. Todo esto ante un Dinamo de Kiev que en casa no se dejaría mangonear tanto como en el Camp Nou y sí buscaría atacar a los blaugranas.
El dilema de conseguir poco con mucho
El partido comenzó con tranquilidad, la calma antes de la tormenta que le llaman, pues el Barcelona dominaba, como ya viene siendo habitual, la posesión del balón, mientras que el Dinamo esperaba atrás sin presionar mucho para, con cualquier fallo del contrario, salir a la contra. El Barcelona comenzaba a encerrar al Dynamo en su área con buena circulación del balón y rápidos pases, teniendo las primeras ocasiones en las botas de Depay y Ansu Fati, que no eran capaces de disparar con claridad dentro del área y el disparo de por sí mordido era bloqueado por la defensa ucraniana.
El Barcelona en los últimos tiempos tanto en liga como en Europa demuestra una clara máxima y esa es que con mucho balón no llega a generar todo el peligro que le gustaría, pero con poco que tenga el rival sufren atrás. En el partido de ayer no sería distinto, pues el Dinamo en transiciones rápidas con tan solo 3 o 4 toques se plantó en dos ocasiones en el área de Ter Stegen, ambas en los pies de Shaparenko, las ocasiones cayeron a su pierna menos dominante y los remates no cogieron portería, pero mostraron de lo que es capaz el Dynamo.
El Barcelona no era capaz de hincar el diente a un conjunto ucraniano bien plantado y que no le quemaba mucho el balón en los pies. Los locales pudieron ponerse por delante en el marcador de no ser por una milagrosa pierna de Ter Stegen, que reaccionó a tiempo al fuerte e intencionado disparo de Carlos de Pena desde fuera del área. El Barcelona necesitaba un punto más de intensidad, y casi lo consigue a balón parado donde Lenglet estrelló un remate al palo que sería despejado, aunque la jugada estaba anulada por fuera de juego.
La primera parte se acababa con alguna ocasión más del Barcelona que se dedicaba a centrar balones al área estando Luuk de Jong en el banquillo y con un Dinamo de Kiev que encontraba una y otra vez la espalda de Mingueza para hacer daño en las transiciones rápidas.
La aparición de Ansu Fati
El partido no pintaba muy bien para un F.C Barcelona que celebraba lo que estaba siendo la victoria del Bayern contra el Benfica, que les daba una oportunidad de salir segundos de grupo en la jornada. El conjunto blaugrana comenzó con mayor intensidad la segunda parte, ya fuera por juego o por coraje querían llevarse los tres puntos en el avión para Camp Barça.
Pero la inseguridad atrás de los culés continuaba, sus dos centrales fueron amonestados con tarjeta amarilla y no podía ir al límite, y el Dinamo de Kiev, a pesar de su menor calidad con el balón en los pies, contragolpeaba con buen ritmo. Las ocasiones del Barcelona empezaron a llegar, sumando más efectivos a la ofensiva siendo Lenglet el que tuvo dos cabezazos seguidos con peligro que solucionó sin mayor problema Bushchan.
El Barcelona era la viva imagen de la impotencia, no salía nada en ataque, a pesar de monopolizar por completo la posesión del balón. El Dinamo tuvo alguna más clara con un disparo de Karavaev, que rozó la escuadra. Entonces llegó el punto de inflexión en la concentración de la defensa ucraniana. Ansu Fati cae en el área tras golpearse a si mismo la pierna y la de su defensor y el árbitro pita penalti en primera instancia, ante la incredulidad de la defensa ucraniana. El colegiado es llamado a ver las imágenes al VAR donde confirma que no ha sido penalti y este se retracta de su decisión.
El miedo e inseguridad comienzan a estar en el cuerpo de los ucranianos tras ese pequeño incidente, un poco de duda a veces puede ser letal. Al punto de que dos jugadas más tarde en la internada número tres mil de Mingueza para centrar por banda derecha, el lateral ve a Dembelé, recién entrado al campo, solo en el centro del área. El balón toca en un defensor del Dinamo y cae en las botas de Ansu Fati que, de primeras, mandó con un cañonazo, imparable para Bushchan, el balón a la red. El Barcelona lo celebró como si ya hubiesen ganado la Champions y no era para menos pues ese gol podía darles la vida en la competición.
Tras el gol, los ucranianos salieron como panteras al ataque, lanzando ofensivas continuadas al área de Ter Stegen. El Barcelona aguantaba la posesión cuando podía y defendía con el balón, saliendo en alguna rápida transición de ataque gracias a las veloces conducciones de Dembelé. Sergi Barjuán desde el banquillo pedía la hora, pues el Dinamo no paraba de tener acercamientos, llegando la jugada más clara en un córner, donde a escasos minutos del final, Zabarnyi falló incomprensiblemente un remate totalmente solo frente a Ter Stegen, saliendo la bola cerca del palo.
De los minutos de añadido pocos se jugaron, pues el Barcelona combinaba la bola con precisión en lo que era un rondo de campo completo para que el crono corriese hasta llegar el pitido final. Los blaugranas salvaron tres puntos milagrosos gracias a una solitaria acción de Ansu Fati, ante un Dinamo de Kiev que pecó de inefectivo dándole la vida al Barcelona.