viernes. 22.11.2024

Últimamente escuchamos hablar mucho del ayuno intermitente, sobre todo del ayuno diario con tiempo restringido. Con esta dieta, se puede comer con normalidad, pero solo dentro de un periodo de tiempo de 8 horas, por lo que se cena a las 20.00 horas y ya no se vuelve a ingerir ningún alimento hasta el mediodía siguiente (sin desayuno previo). Cada vez más personas siguen esta tendencia, pero ¿es realmente más efectiva que otras dietas?

Ahora, un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Estados Unidos) y publicado en 'Journal of the American Heart Association', una revista de acceso abierto revisada por expertos de la Asociación Americana del Corazón, concluye que la frecuencia y el tamaño de las comidas determinan en mayor medida la pérdida o el aumento de peso que el tiempo transcurrido entre la primera y la última comida.

Según la autora principal del estudio, Wendy L. Bennett, profesora asociada de medicina en dicha universidad, aunque los "patrones de alimentación con restricción de tiempo, conocidos como ayuno intermitente, son populares, estudios rigurosamente diseñados aún no han determinado si limitar la ventana total de comidas durante el día ayuda a controlar el peso".

Este estudio evaluó la asociación entre el tiempo transcurrido desde la primera comida hasta la última con el cambio de peso. Se inscribieron en el estudio casi 550 adultos (mayores de 18 años) de tres sistemas de salud de Maryland y Pensilvania con registros sanitarios electrónicos. Los participantes tenían al menos una medición de peso y altura registrada en los dos años anteriores al período de inscripción del estudio (febrero-julio de 2019).

En general, la mayoría de los participantes (80%) informaron de que eran adultos blancos; el 12 por ciento se identificaron a sí mismos como adultos negros; y alrededor del 3 por ciento se describieron como adultos asiáticos. La mayoría de los participantes informaron tener una educación universitaria o superior; la edad promedio fue de 51 años; y el índice de masa corporal promedio fue de 30,8, que se considera obeso. El tiempo medio de seguimiento del peso registrado en la historia clínica electrónica fue de 6,3 años.

Los participantes con un índice de masa corporal más alto en el momento de la inscripción tenían más probabilidades de ser adultos de raza negra, de mayor edad, de padecer diabetes de tipo 2 o hipertensión arterial, de tener un nivel educativo más bajo, de hacer menos ejercicio, de comer menos fruta y verdura, de tener un mayor tiempo transcurrido desde la última comida hasta el sueño y un menor tiempo transcurrido desde la primera hasta la última comida, en comparación con los adultos que tenían un índice de masa corporal más bajo.

El equipo de investigación creó una aplicación móvil, 'Daily24', para que los participantes catalogaran en tiempo real las horas de sueño, comida y vigilia de cada ventana de 24 horas. Mediante correos electrónicos, mensajes de texto y notificaciones en la aplicación, se animó a los participantes a utilizar la aplicación todo lo posible durante el primer mes y, de nuevo, durante las "semanas energéticas", una semana al mes durante los seis meses de intervención del estudio.

A partir de los horarios de sueño y comida diarios registrados en la aplicación móvil, los investigadores pudieron medir el tiempo transcurrido entre la primera y la última comida diaria; el tiempo transcurrido desde que se despertaron hasta la primera comida; y el intervalo desde la última comida hasta el sueño. Calcularon una media de todos los datos de los días completos de cada participante.

Así, el análisis de los datos confirmó que el horario de las comidas no se asoció con el cambio de peso durante el periodo de seguimiento de seis años. Esto incluye el intervalo entre la primera y la última comida, desde que se despierta hasta la primera comida, desde la última comida hasta que se va a dormir y la duración total del sueño.

El número total diario de comidas copiosas (estimadas en más de 1.000 calorías) y de comidas medias (estimadas en 500-1.000 calorías) se asoció cada una con un aumento de peso durante los seis años de seguimiento, mientras que un menor número de comidas pequeñas (estimadas en menos de 500 calorías) se asoció con una disminución de peso.

El tiempo medio transcurrido desde la primera hasta la última comida fue de 11,5 horas; el tiempo medio transcurrido desde el despertar hasta la primera comida fue de 1,6 horas; el tiempo medio transcurrido desde la última comida hasta el sueño fue de 4 horas; y la duración media del sueño se calculó en 7,5 horas.

El estudio no detectó una asociación entre el horario de las comidas y el cambio de peso en una población con un amplio rango de peso corporal. Según Bennett, aunque estudios anteriores han sugerido que el ayuno intermitente puede mejorar los ritmos corporales y regular el metabolismo, este estudio en un grupo numeroso con una amplia gama de pesos corporales no detectó esta relación. Los ensayos clínicos rigurosos y a gran escala sobre el ayuno intermitente y el cambio de peso a largo plazo son extremadamente difíciles de llevar a cabo; sin embargo, incluso los estudios de intervención a corto plazo pueden ser valiosos para ayudar a orientar futuras recomendaciones.

Aunque el estudio halló que la frecuencia de las comidas y la ingesta calórica total eran factores de riesgo más importantes para el cambio de peso que el horario de las comidas, los resultados no pudieron demostrar una relación directa de causa y efecto, según el autor principal del estudio, el doctor Di Zhao, científico asociado de la división de epidemiología cardiovascular y clínica de la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins.

Los investigadores señalan que el estudio tiene sus limitaciones, ya que no se evaluaron las complejas interacciones entre el momento y la frecuencia de las comidas. Además, dado que el estudio es de carácter observacional, los autores no pudieron concluir la relación causa-efecto. También señalan que los estudios futuros deberían tratar de incluir a una población más diversa, ya que la mayoría de los participantes en el estudio eran mujeres blancas con un buen nivel educativo de la región del Atlántico medio de EE UU.

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