Todo empezó muy despacio para Marta. Un día decidió no comerse esa chocolatina, al siguiente entrenar media hora más en el gimnasio. Al mes, ya no comía fuera de casa porque le provoca ansiedad solo pensar en la situación o prefería comer a escondidas compensándolo más tarde, o no. Durante el día habrá pasado más de dos horas de media en Instagram, sin darse cuenta, y buscando la felicidad que todos aparentan.
Los trastornos de la conducta alimentaria se caracterizan por una distorsión de la imagen física. Tanto la anorexia como la bulimia están relacionadas con la búsqueda de un bajo peso, adaptándose a unos cánones de belleza. La anorexia está relacionada con dietas muy restrictivas y con la evitación de la ingesta que ocasionan un estado nutricional carencial; mientras que la bulimia está asociada a la pérdida de control sobre los atracones con conductas compensatorias como ayunos, vómitos, consumo de laxantes o ejercicio excesivo. El trastorno por atracón, fue el último a añadirse a este grupo de los tres más frecuentes, sin embargo es el más frecuente ya que entre el 1 y el 4% de la población lo sufre. Consiste en la misma dinámica que la bulimia, pérdida de control sobre las cantidades de ingesta, pero sin conductas compensatorias. No obstante, el sentimiento de malestar, frustración o vergüenza siguen latentes.
La adolescencia es la etapa donde más se dan los TCA. Es un momento vital en el que la personalidad, la autoestima y el rol social se están formando y, por tanto, se es mucho más vulnerable a ciertos estímulos. Las redes sociales son una herramienta fundamental para la vida actual de un adolescente, con la que pueden interactuar con sus amigos o utilizarlas con un buen fin. Sin embargo, puede provocar una relación malsana con el cuerpo. María José Quiles, creadora del centro Crea, especializado en tratamiento de TCA, expone cómo puede afectar: “Las redes sociales presentan un modelo que no es real. Sobre la base del trastorno alimenticio hay perfeccionismo e insatisfacción corporal, se crea una comparación constante con un modelo “perfecto”. Muestran una vida perfecta y en el momento que quieres parecerte a ella y además parece que te dan una serie de recursos para conseguirlo. Es muy fácil caer en la trampa si no tienes una buena autoestima.”
La forma en la que pueden afectar a una persona no está solo relacionado por Instagram e imágenes de vidas perfectas, sino que también es muy fácil esconderse tras un perfil falso y hacer que tu autoestima se vea mermada por ciertos comentarios. Lucía sufrió un trastorno de alimentación a causa de las redes sociales: “Todo empezó por las redes sociales. Había una aplicación que se llamaba ask donde personas anónimas podían hacerte preguntas y decirte lo que quisieran. Gente mala hay en todas partes, me llamaban gorda. Yo nunca he estado gorda, pero si lo hubiera estado qué más les daría a ellos. A mí ahora me da igual, sin embargo cuando tienes 12–13 años esos comentarios te van calando y pueden llegar a hacer mucho daño.”
“Sobre la base del trastorno alimenticio hay perfeccionismo e insatisfacción corporal, se crea una comparación constante con un modelo perfecto”, expone María José Quiles
Cerca de 400.000 personas sufren cada año algún tipo de trastorno relacionado con la alimentación, 9 de cada 10 son mujeres, el 94 por ciento del total de entre 12 y 36 años. No obstante, los casos en menores de 12 años han aumentado un 15 por ciento en los últimos cuatro años. El 70% de los adolescentes no se siente a gusto con su cuerpo y 6 de cada 10 chicas creen que serían más felices si fueran más delgadas, según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, SEMG.
La salud mental de la ciudadanía se ha visto muy afectada por el periodo de confinamiento y crisis social en la que se encuentran. Un porcentaje de la población tenía cierta disposición a padecer un trastorno alimentario y, junto al confinamiento, se ha agravado. “Podemos observar el aumento de casos en estadísticas y datos, pero en el centro también podemos verlo, la demanda de peticiones de ayuda se ha duplicado.”, comenta Quiles sobre la situación actual. Muchos padres se dieron cuenta de que sus hijas estaban cambiando de hábitos durante el confinamiento. Añade que “estuvimos sometidos a una situación de estrés muy grande y fue un caso excepcional para la sociedad, ya que nuestras generaciones nunca han vivido algo así”. El Hospital Niño Jesús de Madrid registró un aumento del 20% de los ingresos por TCA durante 2020. Desde redes sociales hubo un sentimiento generalizado de ser productivo, de hacer deporte, alimentarse correctamente y esa sobreexposición a deber estar perfecto afectó mucho ha dicho aumento.
Romper el estigma no es fácil. M.C, las iniciales corresponden a una persona que ha preferido mantener su anonimato, expone cómo se sintió respecto con su diagnóstico: “Hay muy poca visibilidad sobre los distintos tipos de trastorno de la alimentación, sus características y sus diferencias, y se suele generalizar. Antes de padecer mi trastorno, no sabía que existía la bulimia sin purga. También creo que la sociedad no sabe cómo tratar correctamente a las personas que padecen este tipo de trastorno.”
El centro Crea se encuentra en Elche, está especializado en TCA, solo trabajan con pacientes que sufren un trastorno alimentario. Apuestan por un equipo interdisciplinar compuesto por psicólogas, psiquiatras y nutricionistas. Disponen de un comedor terapéutico porque las comidas en casa pueden ser muy complicadas y se consigue una reeducación alimentaria en un espacio seguro. Además, ofrecen talleres terapéuticos para pacientes y se crea un sentimiento de comunidad donde pueden escuchar historias similares a las suyas, favoreciendo el apoyo social.
“Sigue habiendo mucho estigma, desde fuera parece que es un problema de niñas que quieren ser modelos y que son inmaduras. La gente cree que se soluciona comiendo y la persona afectada muchas veces no se atreve a contarlo. Un recurso donde puedes conocer a personas que están en una situación similar a la tuya, tanto pacientes como padres, sienten que no están solos.”, finaliza María José Quiles.
“Hay muy poca visibilidad sobre los distintos tipos de trastornos de la alimentación y se suele generalizar. Antes de mi diagnóstico no sabía que existía la bulimia sin purga.”, comenta M.C
Marta se dio cuenta del problema, supo que algo no estaba yendo bien. Buscó ayuda y, aunque la recuperación fue larga y más compleja de lo que creía, volvió a disfrutar de comerse esa chocolatina y volvió a sonreír en una comida con amigos. Sin embargo, no todos los casos acaban como los de Marta, ya que es un trastorno muy complejo que se ha colocado en el más mortal superando a la esquizofrenia y a la bipolaridad.