Save the Children y el programa de educación digital ProFuturo, impulsado por Fundación Telefónica y Fundación la Caixa, han firmado un acuerdo para facilitar educación digital a más de 6.000 niños de Burundi y de la República Democrática del Congo que se encuentran en situación de refugio en Tanzania.
La iniciativa se llevará a cabo harán a través de un proyecto conjunto que busca mejorar la calidad de la enseñanza y combatir el abandono escolar entre la población refugiada en el país, un fenómeno que se ha visto exacerbado por la pandemia de la COVID-19.
El proyecto se implementará en ocho escuelas de educación primaria y dos centros móviles en los campamentos de refugiados de Nduta y Nyarugusu, en la región de Kigoma, al oeste de país. Basándose en el conocimiento y experiencia de trabajo de Save the Children en estos campamentos, ProFuturo proporcionará formación docente y equipamiento tecnológico, como ordenadores y tabletas, para que los niños puedan acceder a recursos educativos digitales de calidad.
Según Save the Children, de media menos de un 30% de los profesores de secundaria y 65% de los de primaria tienen la formación mínima requerida en los campos de refugiados de Tanzania. El proyecto busca mejorar la calidad de la educación de 6.293 niños y niñas refugiados burundeses y congoleños de entre 6 a 17 años con el objetivo de que puedan tener mayores oportunidades de construir un futuro mejor.
Para que tenga lugar un aprendizaje de calidad en este contexto, Save the Children y ProFuturo buscarán también fortalecer la resiliencia de los niños refugiados a través de apoyo psicosocial y de la participación de docentes, padres y toda la comunidad.
"La educación digital facilita la igualdad de oportunidades, permite personalizar la educación a los diferentes contextos y necesidades, y romper barreras geográficas y sociales, haciendo posible llevar a los lugares más remotos del planeta una educación de calidad", explicó Magdalena Brier, directora general de ProFuturo.
Las organizaciones esperan aumentar la motivación de los alumnos para asistir a la escuela, y poner así freno al abandono escolar de muchos niños que se ven obligados a dejar la educación para ayudar económicamente a sus familias. Según datos de Save the Children, de los 107.000 burundeses en edad escolar que viven en campos de refugiados en Tanzania, en 2019 solo un 57% iban a la escuela.
La pandemia de la COVID-19 y sus efectos socioeconómicos han aumentado la tasa de abandono escolar, haciendo que muchos niños no hayan vuelto a las aulas tras la reapertura de las escuelas en el país en junio. Según datos de Acnur, la tasa de asistencia ha caído de un 80% a un 60% con la pandemia, afectando especialmente a las niñas.
"La pandemia ha golpeado a todos los países del mundo, pero no lo ha hecho por igual. Para quienes ya partían de una situación de grave vulnerabilidad, como la infancia refugiada o residente en zonas rurales y aisladas de países en vías de desarrollo, la COVID-19 está suponiendo en innumerables casos acabar con toda esperanza de continuar con sus estudios", ha asegurado Andrés Conde, director general de Save the Children.
Trabajo conjunto en Liberia
Save the Children y ProFuturo también trabajan juntos en Liberia, donde desde 2018 implementan el proyecto de educación digital en 60 escuelas. En 2021, este proyecto beneficiará de forma directa a 8.000 niños de primaria y a 240 docentes en el país.
Kigoma es una región mayoritariamente rural situada en el oeste de Tanzania, limítrofe con Burundi y la República Democrática del Congo. Esta zona alberga actualmente a unos 280.000 refugiados y solicitantes de asilo -73% burundianos y 27% congoleños- alojados principalmente en tres campos de refugiados: Nduta, Nyarugusu y Mtendeli. El 56% de la población de refugiados de Tanzania son niños.
Las actuales restricciones para estas personas tanto de movilidad en las comunidades de acogida como para llevar a cabo actividades generadoras de ingresos en los tres campamentos dificultan cada vez más el acceso a las necesidades básicas de las personas refugiadas. En consecuencia, se está agravando la pobreza y derivando en mecanismos de afrontamiento negativos, como el matrimonio infantil y el aumento de los niveles de violencia sexual, producto del estrés psicosocial o el trabajo infantil.
En Liberia menos de la mitad de la población sabe leer y escribir y menos del 60% de los niños en edad escolar acuden a la escuela. Asimismo, las tasas de natalidad de las adolescentes, una de las principales razones por las que las niñas no van a la escuela, son bastante altas. Entre las mujeres adolescentes de 15 a 19 años, la tasa de natalidad es de 111 nacidos vivos por cada 1.000 en el grupo de edad y el 37% de las mujeres liberianas de 20 a 24 años dicen haber dado a luz a los 18 años.