Durante las fiestas navideñas son muchas las reuniones familiares y de amistad que congregan a padres, niños y amigos en torno a una mesa. En los preparativos de estos días especiales participan prácticamente todos los asistentes, pero siempre hay alguno con un papel destacado, aquel que actúa como anfitrión y abre las puertas de su casa para recibir a sus seres queridos. Sin duda ser el perfecto anfitrión depende de varios factores, pero todos confluyen en un solo valor: la educación. "El camino de todo buen anfitrión pasa por recordar cuáles deben ser las prioridades, pensando especialmente en ellos". Lo explica Gemma González Events, reputada organizadora de eventos, experta en protocolo y en gastronomía y docente en diferentes centros formativos.
¿Por dónde comenzar a organizar una cena o comida de altura? "Igual que el famoso Anfitrión –al cual inmortalizó Molière en el S.XVII, recordando al rey de Tebas, que era tan espléndido con sus invitados- empezaremos pensando en aquello que les vamos a ofrecer", apunta Gemma. Ello pasa, indica la experta, por tener muy presentes las particularidades de cada comensal: "las preferencias, las intolerancias o alergias, incluso las costumbres culturales. Planifiquemos con tiempo y dejemos preparado todo lo que podamos adelantar porque así, en cuanto lleguen, podremos dedicarnos a ellos como se merecen".
Dedicarse plenamente a los invitados y prestar atención a cada detalle es tener en cuenta de qué manera estarán más cómodos, con qué y con quién o quiénes. Sucede que, en ocasiones, las personas mayores quedan relegadas a un discreto segundo plano en Navidad: "a veces nos divertimos con los que tenemos cerca, mientras la persona de más edad está sentada en una esquina sin hablar con nadie, desde hace rato, y sencillamente no nos hemos dado cuenta". Por eso, explica Gemma González, "los buenos anfitriones deberíamos sentar siempre a nuestra derecha a las personas de más edad, para darles conversación y procurar que disfruten de la velada como todos los demás". A ellos se les pueden dar pequeños momentos de protagonismo, como podría ser animarles a que pronuncien unas palabras durante el brindis.
Por su parte, los recién llegados al grupo (una pareja nueva, un compañero incorporado en la empresa) pueden sentirse desplazados y algo incómodos. "En estos casos, lo ideal es buscar puntos de conexión o aficiones comunes en el momento de presentar esta persona a los demás. Así tendrá un tema de conversación con los demás, para romper el hielo", recomienda la experta. Y continúa: "El éxito de un encuentro no viene dado solamente por la música, la decoración o la comida – que todo suma-, sino que reside en las personas. Todos hemos asistido a algún encuentro que nos ha parecido aburrido o frío, aunque la comida estuviese riquísima. En cambio, recordamos aquellas reuniones informales y sin complicaciones en las que tanto disfrutamos".
Las personas y su bienestar son la clave de una velada inolvidable. Si bien puede ocurrir que el anfitrión deba hacer el sacrificio de sentarse al lado de ese convidado con el que es más difícil tratar, lo importante es que todos estén cómodos. "Si ponemos cariño y priorizamos el bienestar de nuestros invitados, cualquier reunión, por sencilla que sea, será recordada de manera entrañable. En resumen: los buenos anfitriones son aquellos capaces de planificar una velada pensando en la felicidad de los invitados. No cometamos el error de buscar el lucimiento personal; intentemos estar en un segundo plano", recuerda Gemma. Porque para acertar en las comidas navideñas conviene quedarse con su último consejo:"la clave del buen anfitrión es una buena organización".