La peculiaridad de llamar a los árbitros de fútbol en España por sus dos apellidos tiene raíces profundas en la historia y la cultura del país. Más allá de una simple formalidad deportiva, esta práctica está ligada a eventos políticos y sociales, especialmente relacionados con el contexto histórico del árbitro Ángel Franco Martínez.
Ángel Franco Rodríguez, árbitro profesional entre 1969 y 1986, y posteriormente vicepresidente del comité técnico de árbitros hasta 2018, falleció recientemente el 3 de febrero de 2024. Durante su época, el régimen franquista implementó el uso de ambos apellidos para evitar confusiones con el dictador Francisco Franco y salvaguardar la seguridad de los árbitros.
Esta medida se adoptó para disipar malentendidos y proteger la integridad física de individuos cuyos nombres podrían asociarse con acciones extremistas. Incluso, ETA había planeado asesinar a Ángel Franco Martínez como un atentado contra Francisco Franco. Se dice que la consigna era "primero mataremos a este Franco y luego al de Madrid".
Además de motivos políticos, existía una preocupación por la seguridad. ETA planeaba llevar a cabo su atentado durante un partido entre Real Sociedad y Athletic de Bilbao. Afortunadamente, Ángel Franco fue advertido a tiempo y se le pidió que fingiera una lesión para no acudir al partido, lo que le salvó la vida.
Aunque esta costumbre se originó en un contexto político tenso, ha perdurado en el tiempo como una tradición distintiva del fútbol español. La historia de Ángel Franco Martínez ilustra cómo aspectos extradeportivos pueden influir en las prácticas del arbitraje y cómo el deporte puede convertirse en un escenario donde convergen la política y la historia.
Así, nombrar a los árbitros por ambos apellidos en España es un testimonio de la intersección entre el deporte y la política nacional, reflejando los conflictos y continuidades de la sociedad. Esta práctica, nacida en un momento de tensión y vigilancia, se ha convertido en una característica definitoria del arbitraje español.