La imagen de Diego Maradona ha sido en muchas ocasiones de su vida, incluso después de haber fallecido, un tema delicado, debido a ciertas conductas que el crack argentino mostraba fuera de la cancha. Pero no todos los detalles o conductas tenían que ver con las drogas o eran malas. Diego, también era una buena persona.
Hace ya unos 29 años, por la temporada 92/93, Diego Maradona fichó por el club de la ciudad hispalense, el Sevilla, y allí dejó un recuerdo, que aunque pase el tiempo, sigue sin borrarse de la mente de aquellos que le conocieron. Uno de sus compañeros en el club sevillano, Rafa Paz, habló para Infobae de todo lo que supuso para LaLiga el paso de Diego por el Sevilla y de la generosidad que el astro argentino llevaba por bandera, tanto con los que fueron sus compañeros, como con los más necesitados.
De aquellas épocas el excompañero de Maradona tenía muchas anécdotas de como Diego, compartía sus bienes con los demás. “Fueron detalles que él se podía permitir. Él nos trajo a todos una camiseta de Boca en uno de sus viajes, menos a Marcos Martín, que le entregó la de River. Yo, más que generosidad, diría que tuvo gentilezas hacía nosotros. Para mí, Diego era muy generoso con sus compañeros. Pero no en ese aspecto de regalar Rolex, sino desde lo humano y su preocupación por el otro, cuando éste no tenía contención o por un vagabundo que había en la calle. Mostraba mucha preocupación por una situación así o por una persona de la calle. Yo fui testigo de cuando éramos vecinos y se acercó a un vagabundo para regalarle dinero y comida. Una vez, bajó del coche para preocuparse por él, para preguntarle qué le sucedía y qué le pasaba, asistió al vagabundo en todo lo que necesitaba”, contó Rafa Paz.
El exfutbolista español continuó con la anécdota. “Fue la generosidad que más me gustó. También, cuando ayudó a un juvenil del Sevilla que estaba entrenando con el primer equipo y lo trataba como uno más. El chico no lo estaba pasando bien en lo personal y Diego le daba mucho aliento. Hablaba continuamente con él. Tenía esos detalles de buena gente, como se dice aquí en Andalucía. Le daba muchos consejos y lo trataba como uno más en el grupo. No miraba por encima del hombro a nadie. Le transmitía a ese chico normalidad. Diego no se creía nadie. Era el más importante de todos, pero no te lo hacía sentir”.
Maradona no solo era bueno con las personas, seguía siendo un astro con los pies, y se encargaba de demostrarlo con cualquier cosa que pasara por sus botas, ya fuera un balón o cualquier otro objeto: “Sí, no sólo en el terreno de juego, sino también en el vestuario y en los entrenamientos. Le vi hacer jueguitos con una tapita de cerveza. Un día, destapó una cerveza y luego se puso a hacer jueguitos. Otro día, estábamos en el vestuario, agarró una venda de los pies que estaba enrollada y comenzó a hacer jueguitos. También, con un cartón enrollado. Con una bola de papel de aluminio hacía malabarismos. Transformaba un ladrillo en algo redondo. Una vez, en el campo del Sevilla fue a sacar un córner, agarró un papel de aluminio, lo hizo bolita, comenzó a jugar con ese objeto y el sector de la grada de allí enloqueció. Era su forma de ser. Veía cualquier objeto, se le iban los ojos detrás y comenzaba a jugar con ello, fuera del material que fuera”.
En aquella época Maradona y Diego Paz eran vecinos y en más de una ocasión compartieron el vehículo para acudir a los entrenamientos: “Sí, vivíamos a escasos 300 metros. No teníamos la convivencia del día a día porque cada uno llevaba a cabo sus compromisos y éramos mediáticos. No tuvimos la posibilidad de ir a tomar una cervecita por el barrio, ya que no se podía salir a la calle siendo Maradona. No podía andar por la calle, ni ir a ciertos sitios. Y esa situación Maradona la sufría. Pero recuerdo que vino a casa a recogerme en varias oportunidades para ir a entrenar. La primera vez se perdió (risas). Tocó la puerta que no era la mía. Llamó al timbre en la casa de al lado. Atendió un vecino que no lo reconoció y le indicó dónde yo vivía. Fue a buscarme para bajar al entrenamiento”.