Los vídeos del hospital penitenciario de Rusia son demasiado horribles como para describirlos. En los peores, las víctimas atadas son violadas o penetradas por otros reclusos con objetos metálicos. Los gritos y abusos son grabados por una cámara corporal que después se utilizó como chantaje.
Sergey Savelyev dice haber pasado dos de sus años recluido en prisión copiando en secreto cientos de vídeos de violaciones y otros abusos extraídos de la red interna del hospital penitenciario, calificado por activistas como una de las cámaras de tortura más notorias del país.
"Siempre tenía miedo", dice en una entrevista desde Francia, donde ha solicitado asilo. "Si alguna vez hubiera hablado sobre lo que estaba haciendo, no estaría hablando contigo hoy".
Pero la verdad es que siempre estuvo en peligro. Y sigue estándolo. Por esa razón, Savelyev se ha presentado públicamente como la fuente de la filtración probablemente más potente de vídeos y archivos secretos en la historia del sistema penitenciario ruso. "Si hubiera conservado el anonimato y los servicios de seguridad conocían mi identidad, mi liquidación física no habría causado conmoción, pero ahora es mucho más difícil matarme.
Vladimir Osechkin, director de Gulagu.net, el grupo de defensa de los derechos de los presidiarios, dice que los nuevos registros documentales podrían identificar a más responsables directos de la tortura y del abuso en el hospital penitenciario de Saratov. Luego, indica Osechkin, planean enfocarse en los oficiales superiores de los servicios penitenciarios y de seguridad que cree que estuvieron involucrados en el intercambio de material para extorsionar y que ordenaban el abuso de reclusos a cambio de dinero.
Savelyev dice que no fue víctima de violencia en Saratov, pero que el abuso sistemático de otros reclusos es un hecho bien conocido. Después de ser identificado como un interno confiable que podía trabajar con computadoras, explica, lo designaron como una suerte de administrador de sistemas con permiso para revisar archivos, incluyendo las grabaciones de las cámaras que los guardias llevan en el cuerpo.
Fue entonces cuando empezó a ver videos de tortura y abuso sexual. No recuerda el momento exacto en el que empezó a copiar los archivos, cuenta, pero sí que su motivación fueron el asco y la sensación urgente de que el abuso tenía que hacerse público.
"Todos habían escuchado algo al respecto", dice. "Pero escuchar es una cosa y verlo por ti mismo es algo muy distinto… Nunca tuve ninguna duda de que esto era lo que tenía que hacer". En Saratov, más de 400 reclusos se han quejado ya de la tortura, extorsión y abuso sexual de las autoridades penitenciarias. "Es un número muy grande", afirma Sergei. "Nunca se había visto algo así".
Hay pocas posibilidades de que pueda regresar a Rusia o a su Bielorrusia natal en el futuro inmediato. Pero por ahora, dice, se siente a salvo. "Quiero seguir con esto", dice. "Por primera vez en muchos años, lo que estoy haciendo me da satisfacción y ayuda a otras personas".