domingo. 08.09.2024

Una abuela ha desafiado su edad y su peso al convertirse en la primera mujer que nada desde el puente Golden Gate de San Francisco hasta las islas Farallón, una distancia de casi 50 kilómetros.

La ex nadadora universitaria llevaba 24 años sin nadar, pero se enfrentó a aguas heladas, tiburones y medusas, todo ello sin traje de neopreno.

Amy Appelhans Gubser saltó a las aguas alrededor de su embarcación de apoyo a las 3:27 a.m. y procedió a nadar durante 17 horas para llegar a los Farallones después del anochecer. Observada por un agente de la Federación de Nadadores de Maratón (MSF), su récord está pendiente de verificación, pero la convertiría en la primera mujer que completa la travesía a nado, y la primera de ambos sexos que lo hace en dirección de salida, es decir, de puente a islas.

Dos nadadores masculinos han completado la distancia partiendo de las islas, pero Gubser lo consiguió en la otra dirección después de que fracasaran los tres intentos anteriores, que fueron supervisados por la MSF.

La residente de Pacifica, California, declaró a Fox News Digital que, debido a la niebla y a la marea roja, realizó la mayor parte de la natación en algo parecido a una burbuja de privación sensorial, en la que sólo podía ver unos pocos metros en cualquier dirección por encima del agua, y ni siquiera un palmo más allá de la punta de los dedos por debajo de ella.

En aguas acechadas por tiburones, estas condiciones provocarían un ataque al corazón a la mayoría de la gente, pero Gubser entró en un «estado meditativo», interrumpido cada treinta minutos por pausas para tomar un tentempié.

Tuve que ser muy reflexiva y cuidadosa a la hora de plantearme esta travesía a causa de los tiburones", explicó. «En abril, mayo y junio se produce una gran migración de tiburones blancos que se alejan de las islas Farallón. Por eso el nado tiene que tener lugar durante ese periodo».

Amy Gubser (segunda por la izquierda) sonríe a la cámara tras completar sus 17 horas de natación - crédito MSF
Continuó explicando que no llevaba traje de neopreno para ajustarse a las normas de la MSF, a pesar del calor y la flotabilidad añadida que habría ofrecido.

«Cuando llevas un traje de neopreno, tu piel roza el material, y lo último que quería era que mi piel sangrara cerca de una isla de tiburones», explicó.

La temperatura del agua rondaba los 40 grados Fahrenheit al principio, y fue subiendo gradualmente unos 10 grados a lo largo de la travesía. Mantuvo un ritmo constante de 61 brazadas por minuto y comió caldo de pollo, melocotones en conserva, chocolate caliente y algunas patatas.

En dos ocasiones le picó una medusa.

Gubser espera que la hazaña sirva de inspiración a todos los que la necesiten, al demostrar que la excelencia atlética puede mantenerse incluso a pesar de la edad y el peso corporal.

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