Bobbi Oxford nunca olvidó el rugido de los motores, el olor a neumático quemado y la emoción de las carreras de coches que vivió durante su infancia mientras veía competir a su hermano. Pero en aquellos tiempos, las mujeres no tenían espacio en el mundo del automovilismo.
Recuerda con nitidez la adrenalina que sentía viendo a su hermano correr, y aunque una vez tuvo la oportunidad de participar en una carrera femenina—un Powder Puff Derby—la lluvia arruinó el evento y nunca volvió a tener una ocasión... hasta ahora.
Hoy, a los 83 años, Bobbi ha hecho realidad su gran sueño: ponerse al volante de un coche de carreras y pisar el acelerador como siempre había deseado.
“¡Necesito velocidad, cariño!”, exclamó entusiasmada desde su residencia de mayores en Littleton, Colorado, donde lleva una vida tranquila entre costuras, acolchados y pinceles.
Gracias a Wish of a Lifetime, el programa solidario de AARP que se dedica a cumplir deseos transformadores para personas mayores, Bobbi pudo tachar esta experiencia de su lista de sueños pendientes.
La cita fue en el Pikes Peak International Raceway, donde Bobbi se subió a un coche de carreras retirado propiedad de Joe Garone, actual director de operaciones del circuito. Esta vez, bajo un cielo despejado típico de Colorado, nada impidió que su momento llegara.

Preguntada por el programa CBS Sunday Morning sobre qué tan rápido quería ir, respondió sin dudar: “¡Tan rápido como pueda... tal vez unos 130!” (millas por hora, por supuesto).
Vestida con un mono de competición personalizado y casco, y tras una breve orientación y visita al garaje, Bobbi se puso al volante acompañada por un piloto profesional en el asiento del copiloto. Dio varias vueltas al óvalo de una milla, disfrutando al máximo cada rugido del motor.
“El sonido del motor, estar detrás del volante… ¡Pisás el acelerador y escuchás ese ‘roarrrrr’! ¡Es una locura!”, gritaba emocionada.
A un lado de la pista, mujeres piloto de diferentes generaciones la animaban: “¡Vamos, Bobbi, vamos!”. También estaban presentes sus amigos de la residencia, junto con su hijo y su nuera, quienes agitaron carteles hechos a mano para alentarla.
Y por si fuera poco, después de conducir, un piloto profesional la llevó en un paseo lleno de giros, derrapes y humo de neumáticos, dándole esa descarga de adrenalina que se le había escapado durante décadas.
“¡Lo logré!”, gritó Bobbi al bajarse del coche. “Nada podrá superar esto, nunca jamás”.
Y concluyó: “Ni en mis sueños más locos imaginé que me pondría al volante de un coche de carreras… ¡pero lo hice!”.