En el marco del Mes Nacional de la Donación de Vida, una conmovedora historia de amistad, pérdida y esperanza ha tocado el corazón de miles: dos viejas amigas se reencontraron por una tragedia... y acabaron protagonizando lo que ellas llaman “el plan perfecto”.
Hace 15 años, Anjie Lynchard se mudó frente a la casa de Mary Ann Carroll en Columbia, Maryland. Sus hijos, Jared y Phillip, se hicieron inseparables: pasaban sus días entre bicicletas, cañas de pescar y cacerías de ranas.
Sin embargo, tres años después, las familias se mudaron y perdieron el contacto, manteniéndose apenas conectadas por redes sociales. Los niños crecieron. Jared se convirtió en infante de marina. Y entonces, hace un año, llegó el golpe más duro: Jared falleció repentinamente a los 23 años.
“Mary Ann vino a casa después de la muerte de Jared para darme el pésame y regalarme un chal de oración”, cuenta Anjie. “Noté que se veía muy diferente desde la última vez que la vi, y le pregunté si todo estaba bien”.
Fue entonces cuando Mary Ann compartió que llevaba tres años batallando contra una enfermedad hepática en fase terminal. La única esperanza: un trasplante de hígado. En octubre de 2023, entró en la lista nacional de espera, junto a más de 10.000 pacientes.
Tras aquella visita, Anjie rezó por un milagro... sin imaginar que ella misma sería la respuesta a esa oración.
Meses después, vio en Facebook que Mary Ann buscaba un donante vivo, ya que ningún familiar era compatible. Movida por su fe y el deseo de honrar a su hijo, Anjie decidió hacerse las pruebas para saber si podía donar parte de su hígado.
Cuando le comunicó a su antigua amiga su intención, Mary Ann se mostró reacia. No quería imponerle ese peso, sobre todo tras la reciente pérdida de Jared. Pero lo que acabó de convencer a Anjie fue algo que le dijo su esposo, Steve.
“Steve recordó que durante un viaje misionero a Costa Rica, poco después del fallecimiento de Jared, un pastor le dijo: ‘De la muerte de Jared, nacerá nueva vida’”, cuenta Anjie. “Nos quedamos impactados, porque donar mi hígado sería la literal realización de esas palabras”.

Mary Ann también lo sintió así: “Fue como si Jared le dijera que salvara mi vida”.
Las pruebas confirmaron la compatibilidad. Y la cirugía fue programada para el 3 de diciembre de 2024, una fecha con un significado especial: justo un año antes, Jared había quedado profundamente conmovido por un sermón titulado “El plan perfecto”. “Cuando recordé el título, supe que este trasplante era obra de Dios”, dice Anjie. “Jared me estaba diciendo desde el cielo: ‘Buen trabajo, mamá’”.
La operación, realizada en el Hospital Johns Hopkins, fue todo un éxito. El Dr. Benjamin Philosophe, cirujano a cargo del procedimiento, utilizó un sistema robótico que permitió hacer incisiones más pequeñas y una cirugía menos invasiva. “Esto se traduce en menos dolor, una recuperación más rápida y mejores resultados para el donante”, explicó.
Anjie no podría estar más feliz. “Pensé que me quedaría una gran cicatriz, pero sólo tengo unas pequeñas que sanaron enseguida”, comentó.
Tres meses después, Mary Ann se encuentra bien y agradecida. Una mujer profundamente espiritual, cree que el destino y la intervención divina la volvieron a unir con su amiga... y le dieron una segunda oportunidad.
“Tantas cosas tuvieron que alinearse: que nuestros hijos fueran amigos, que le llevara ese chal y ella viera lo enferma que estaba, que resultara ser compatible... Es como si Dios y Jared hubieran estado guiándolo todo”, reflexiona Mary Ann.
En su refrigerador tiene una foto imantada de Anjie y Jared. “Mi ángel en la Tierra y mi ángel en el cielo”.
Además, como recuerda Anjie, su donación también tuvo otro impacto: “Gracias a que Mary Ann recibió parte de mi hígado, alguien más subió en la lista de espera para recibir un órgano de donante fallecido. Como me dijo mi enfermera: ‘Salvaste dos vidas, no solo una’”.
Mary Ann espera que su historia inspire a otros a dar ese paso. “Si puedes salvar una vida, ¿por qué no hacerlo? No hay un regalo más grande que ese”.