“Me senté allí durante siete horas. De ninguna manera iba a permanecer en una sala de emergencias sentada durante siete horas…” cuenta, explicando que fue en ese punto cuando, harta, decidió marcharse del lugar.
Con un soberano enfado, el mayor de los escarnios vino no obstante cuando a su casa le llegó, semanas más tarde, una factura de 700 dólares proveniente del hospital.
“Ni siquiera me tomaron las constantes vitales, nadie pronunció mi nombre”, denuncia Davis en declaraciones recogidas por Fox5 Atlanta, donde señala que, pese a ello, le cobraron por el mero hecho de estar allí.
“Les llamé y me dijeron que es el protocolo del hospital, incluso si solo estás allí y nadie te examina. Cuando entras y das tus datos, eso es todo… Te van a cobrar en cualquier caso”.
En este sentido, ha explicado que le dijeron que, en efecto, era una sala de emergencias en la que la iban a cobrar por estar en la instalación, algo que sucede en diversos centros médicos, pero que en muchos casos pasa desapercibido al ir normalmente acompañada la factura de los costes por la propia asistencia sanitaria.