Hasta que pasó, no sabía que la piel era algo tan importante”. Son palabras de Fran, un tarifeño de 31 años que se quemó el 75% de su superficie corporal en un accidente laboral. Por su parte, la pequeña Pilar, con sólo 3 años, sufrió las llamas de un incendio doméstico que afectó al 30% de su cuerpo. “Es algo muy traumático y doloroso. Se pasa mucho miedo”, remarca su madre, Juana.
El valor de la piel es mucho más grande del que muchos creen. “Es lo que nos permite aislarnos del exterior y mantener las condiciones óptimas del organismo”, relata a RTVE.es David Rodríguez Vela, especialista en Cirugía Plástica y Estética Reparadora y jefe de la Unidad de Grandes Quemados del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla.
Diseñada por la Universidad de Granada en el Hospital Virgen de las Nieves e implantada por el centro sevillano, se trata de la primera piel artificial aprobada como tratamiento por la Agencia Española del Medicamento (AEMPS) después de 12 años de trabajo, asegurando esta entidad reguladora que cuenta con “una evidencia sólida de calidad, seguridad y eficacia”.
Sus principales ventajas son la mejor cicatrización de heridas, la mejora de la comodidad y unas secuelas físicas menos evidentes. Desde 2016, ya han utilizado este tratamiento con unos 12 metros cuadrados fabricados en 18 pacientes bajo uso compasivo, que consiste en la aplicación de una terapia aún en fase experimental a personas con afecciones graves que no tienen otras alternativas disponibles.
Más allá de esta terapia pionera desarrollada en Andalucía, en España la AEMPS ha autorizado también implantes bajo uso compasivo en Barcelona, Valladolid, Valencia y Madrid. Además, la autoridad sanitaria ha validado un ensayo clínico sobre ello -que aún no se ha iniciado- en el que participan los hospitales Vall d´Hebron en Barcelona, La Fe en Valencia y La Paz en Madrid.
Para pacientes con entre el 60% y el 90% de piel quemada
Para pacientes adultos, se utiliza normalmente en casos que afecten del 60% al 90% de la superficie cutánea y no se pueda cubrir con la del propio cuerpo del herido. Estas personas requieren de forma inminente un ingreso en aislamiento y atención continua, ya que, en dicho estado, sin esa barrera, están expuestos a infecciones que pueden incluso poner en peligro su vida.
Durante aproximadamente un mes, los quemados esperan en el hospital a que su nueva piel llegue tras extraer un pequeño extracto de su epidermis original. Ellos se exponen, mientras esta llega, a varias operaciones en las que reciben el implante del cutis de donantes. Esta tiene una fecha de caducidad y, por lo tanto, es necesario cambiarla por otra nueva en varias ocasiones hasta la llegada de la definitiva, lo que les obliga a pasar por varias operaciones durante ese periodo.
“No llega a ser totalmente funcional”, apunta Rodríguez Vela, “pero sí cumple la tarea de protección y de almohadillado de la dermis, que luego el paciente tiene que complementar con la rehabilitación para que sea una piel lo más elástica y similar a la natural”. “Es más sensible. Al mínimo roce salen ampollas y está muy seca. No tiene glándulas y entonces no hidrata”, detalla. Se convierte en fundamental para ellos, por tanto, -sobre todo al principio- cuidarla del sol y con abundante crema hidratante, así como usar ropa holgada.
Mientras se sigue modificando para mejorar sus prestaciones, uno de los principales objetivos es optimizar los tiempos, algo que puede ayudar a salvar más vidas. “Todavía el principal hándicap es que tres o cuatro semanas es mucho tiempo. Estamos intentando buscar vías para que ese tiempo se acorte y sea aún más parecida a la normal”, indica el especialista del hospital andaluz.
Duro proceso de rehabilitación
Cuando se realiza el implante, los afectados inician este periodo de recuperación y adaptación, que puede variar de duración en función de cada caso. Una figura clave en este contexto son los enfermeros, que se convierten en familia para muchos de los quemados y, en muchas ocasiones, una de sus pocas compañías. Ellos se encargan de las constantes curas, uno de los aspectos más dolorosos del proceso.
Carmen Fernández es una de las enfermeras de la unidad y considera que, dadas las circunstancias, su relación con estos pacientes le afecta y le implica “a nivel personal”. Uno de sus objetivos, más allá del aspecto estrictamente profesional, es “disminuir y normalizar la situación”. “No somos psicólogos, pero muchas veces hay que escucharles o ver lo que les preocupa, que muchas veces no es sólo la quemadura, porque la vida sigue y ellos paran unos meses durante el ingreso”, afirma.
Una niña más gracias a la ‘piel mágica’
Es una situación muy compleja, en la que, de un día para otro, la apariencia de los afectados puede cambiar para siempre. Gestionar esto de forma correcta es fundamental y, en este empeño, el apoyo y las experiencias de otros quemados pueden servir de ayuda para relativizar los daños físicos y valorar el hecho de poder retomar una vida convencional.
Algunos de ellos se reúnen en un grupo de WhatsApp a través del cual se mantienen en contacto y se realizan consultas mutuas. Su nombre es ‘Piel mágica’, cuya autoría es de Pilar Gómez, una niña de Villanueva de Córdoba que el 7 de noviembre de 2016 sufrió una gran quemadura tras verter un bote de acetona sobre sus pantalones, alcanzando más tarde el brasero de una mesa camilla y provocando un fuego. Este afectó principalmente a su parte inferior.
La pequeña se quemó el 30% del cuerpo, lo que ya le sirvió para ser enmarcada en el grupo de grandes quemados al ser una paciente pediátrica. Una de sus piernas estaba especialmente afectada y se llegó a temer que habría que amputarla, aunque afortunadamente se pudo evitar tras dos operaciones de urgencia.
Pilar salió del hospital con todavía un 3% de las heridas abiertas. Ella contó con una enfermera en el domicilio: su madre, que relata a RTVE.es cómo fue este proceso. “Me estuvieron enseñando durante dos semanas cómo curarla en casa. Era complicado aquí porque el centro de salud de un pueblo no está preparado para ello”, relata Juana Torralbo. Todo ello se combinó con dos años y medio de rehabilitación, periodo tras el cual la niña andaluza pudo volver a desarrollar una vida normal, igual que otras de su misma edad.
Esta ganadera de la localidad cordobesa destaca cómo su hija no ha tenido problemas hasta ahora, a sus casi 12 años, con su nueva cobertura y con el crecimiento que ha experimentado en este tiempo. Aun así, recuerda que no es una piel al uso y esto conlleva ciertas consecuencias. “Una vez que se cayó y estuvimos curándole la rodilla cerca de medio año”, recalca.
Por otra parte, Juana temía desde el principio cómo sería su andadura en el colegio por la posible discriminación.
“Ella no tiene problemas con cualquier niño que le mire, siempre y cuando no se metan con ella. Alguno le pregunta por las quemaduras y ella le explica qué le pasó a su manera. Igualmente, no se ha privado nunca de ponerse un vestido, un pantalón corto o una falda. No tiene ningún complejo”, revela. Ahora, a punto de entrar en el instituto, se encuentra “estupendamente”, según su madre. “Sale de paseo con sus amigas, se va a la piscina, cuando se tiene que venir al campo conmigo se viene…En fin, es una niña feliz”, enfatiza.
Dos años con la vida en pausa
Pilar, al ser tan pequeña en el instante del incidente, no recuerda con demasiada precisión lo que sucedió. No obstante, Fran Fernández, otro miembro de ‘Piel mágica’, sí lo hace. Tenía 23 años en el momento de su accidente. Acababa de terminar el máster y se preparaba para iniciar su carrera profesional. Sin embargo, todo ello se truncó y sus aspiraciones tuvieron que detenerse por dos largos años.
El 5 de agosto de 2017 estaba trabajando como camarero en un hotel de Tarifa. Mientras comía en un descanso junto a sus compañeros, un transformador de electricidad explotó a su lado. Además, detrás tenía brezo, el cual prendió e hizo envolverse a muchos de ellos “en una bola de fuego”, señala. De las ocho personas afectadas, cinco fueron heridas y dos fallecieron. “Perdí a dos amigas, dos compañeras. Es lo más triste de todo este proceso. Todo esto hubiese sido mejor si hubiésemos estado los ocho”, expresa.
En primer lugar, le cubrieron las dos manos y el brazo derecho con su piel sana, pero no tenía más para el resto de la superficie quemada y sus padres -ya que él estuvo en coma hasta el 28 de agosto- accedieron a comenzar con el tratamiento de la epidermis artificial.
Tras la intervención, llegaba la dura etapa de la recuperación, en la que, señala, tuvo que aprender de nuevo a caminar. “No me podía levantar ni andar solo. Tenía que aprender como un niño pequeño en el hospital porque yo me había tirado encamado desde principios de agosto hasta finales de octubre. Me propuse salir andando de allí y lo conseguí”, explica.
A nivel psicológico también es algo difícil de afrontar. Señala que, hasta octubre, tres meses después del incidente, no le afectó tanto mentalmente, pero entonces estuvo “una semana de bajón”. Hasta ese momento no había necesitado asistencia de un especialista de salud mental, pero a partir de ese instante empezó a trabajar con una psicóloga en el Virgen del Rocío y posteriormente prosiguió con la terapia cuando regresó a su domicilio. “El choque lo tenía que soltar. Me afectaba más el hecho del accidente que el de haberme puesto este tipo de piel, porque yo sabía que esto es lo que había”, desarrolla.
Otro aspecto con el que hay que lidiar son las miradas de la gente ante algo poco habitual y perceptible a la vista de cualquier persona como es este tejido cutáneo.
“Nunca he tenido complejo de salir a la calle. La gente se me queda mirando y puedo comprenderlo. Yo no había visto jamás a nadie con una quemadura así antes y eso impacta. A mí no me suele afectar. Siempre lo he llevado con naturalidad y nunca me he sentido mal para no querer mirarme al espejo o para llorar por tener las quemaduras”, confiesa.
Después de este parón vital, consiguió trabajo como asesor fiscal, un punto de inflexión. Allí conoció a su marido. “Nos hemos hecho una casa. Todos estamos bien y felices”, dice Fran, que, junto a Pilar y todos los ‘pieles mágicas’, seguirán apoyando a los nuevos grandes quemados a recuperar la vida que las llamas intentaron arrebatarles.