Se abre la puerta y Sun Zhuo mira ansioso a su alrededor. Sin poder controlarse su padre corre hacia él y rompe a llorar en un llanto desgarrador. No quiere soltar a su hijo. Junto con la madre, los tres, se funden en un abrazo, que les ha costado 14 años y 57 días.
Se llevaron a su hijo cuando solo tenía cuatro años mientras jugaba cerca de su casa, en el este de China. Nunca dejaron de buscarlo.
Vendieron sus propiedades para financiar su investigación. Viajaron a casi todas las regiones del país y llenaron las calles de carteles con su cara. No descansaron ni un solo día desde esa mañana de 2007.
Su historia llegó incluso a los cines, con una película que logró conmover a millones de personas.
Pero no fue hasta octubre de este año cuando la policía localizó a su secuestrador. Había vendido a su niño a otra familia. Ahora, Sun le saca una cabeza a su madre.
El reencuentro ha sido esperado, sin embargo, agridulce: el chico no volverá a casa. Quiere quedarse con la familia con la que vivió todos estos años.
En los últimos seis años, en China, han desaparecido más de 8.300 niños.